GORKA ANGULO PERIODISTA, EL CORREO 06/05/2013
· La anunciada disolución de Gesto por la Paz deja a la sociedad vasca sin uno de los grandes referentes ético-morales y cívicos que ha tenido a la hora de plantar cara al terrorismo. Gesto nació en 1986, como una iniciativa social espontánea, apartidista y netamente pacifista, en el seno de una sociedad que ante el terrorismo llevaba muchos años dando muestras de frialdad, cobardía y miseria moral, por miedo, por complicidad o por ambas causas. Y tan mal acostumbrados como estábamos a callar, a mirar para otro lado o a soltar el recurrente y miserable «algo habrá hecho», las concentraciones de Gesto por la Paz obligaron a la sociedad vasca a retratarse y reaccionar cada vez que ETA daba titulares a la Prensa. Hoy, cuando desaparece Gesto en silencio, con la discreción y la falta de personalismos que siempre han caracterizado a este movimiento cívico, es cuando nos toca echar cuentas y fijar el año 1988, hace veinticinco años, cuando frente al terrorismo todo empezó a cambiar de verdad.
El año comenzó con el Pacto de Ajuria Enea, que unía a todos los partidos vascos democráticos contra ETA y su trama civil, y el autocrítico discurso del Arriaga del presidente del PNV, Xabier Arzalluz, que con su «Euskadi es de todos los vascos», subrayaba lo obvio y preconizaba un nacionalismo vasco de ciudadanos marcado por la moderación y el sentido común, aunque a Arzalluz la moderación y el sentido común le caducaron diez años después. Ese espíritu que Arzalluz calificaría años después como de «táctico», sirvió para la consolidación en las instituciones vascas de la coalición entre PNV y PSE, y para que otras formaciones optaran por líderes y decisiones que contribuían al consenso y la normalización.
Por ejemplo, los dos partidos que eran los extremos del Parlamento vasco inaugural en 1980, Euskadiko Ezkerra y Alianza Popular, avanzaron en 1988 hacia posiciones desconocidas: EE daba su «sí inequívoco» a la Constitución, que había rechazado en 1978, y AP defendía sin ambigüedades el Estatuto de Gernika, al que había dado su no en el referéndum de 1979. Los socialistas vascos, después de una minicrisis interna, auparían al liderazgo a Ramón Jáuregui, en mi opinión, el mejor líder que han tenido y con el que más injustas fueron siempre las urnas. A partir de aquí, comenzó una nueva forma de hacer política en Euskadi que tendría su reflejo también en la reacción contra el pistolerismo de ETA.
Fueron los ayuntamientos los que comenzaron a llevar la iniciativa contra ETA que ya había iniciado Gesto por la Paz, precisamente, la única institución representativa en la que participaba el brazo político de ETA. Y me quedo con dos ayuntamientos y dos mujeres-coraje que comenzaron a despertar a la sociedad vasca y navarra de su anestesia contra el terrorismo. El Ayuntamiento de Elgoibar convocó el 11 de junio de 1988, con un lema tan breve como contundente, «Euskadi contra ETA», una manifestación de protesta por el asesinato de dos vecinos en doce días bajo la falsa acusación de narcotráfico.
El asesinato de aquellos dos pequeños empresarios de hostelería, Sebastián Aizpiri y Francisco Javier Zabaleta, eran los clásicos crímenes de los ‘años de plomo’: dos amigos a los que, desde la envidia en los negocios y odios personales, se les imputaba un supuesto delito desde esa peligrosa afición con tantos seguidores en numerosas poblaciones vascas: la rumorología insidiosa. ¿A cuántas personas ha asesinado ETA en este país bajo las acusaciones de ‘chivato’ o ‘narcotraficante’ cuando en realidad se les asesinaba por otras causas? Elgoibar ya había expresado, eso sí, tímidamente, su rechazo al terrorismo cuando asesinaron en 1976 al director gerente de Sigma, Ángel Berazadi o en 1980 al ex alcalde y juntero guipuzcoano de UCD Jaime Arrese. Sus familias abandonaron Elgoibar con el silencio y la indiferencia de la gran mayoría de sus vecinos y representantes políticos.
Pero esta vez, la periodista Ana Aizpiri, hermana de uno de los asesinados, no quiso que con su familia se repitiera la historia y dijo en voz alta lo que la mayoría de sus convecinos pensaba y callaba: «Herri Batasuna es la policía secreta de ETA. Aquí la envidia tiene sabor a muerte».
El 21 de agosto de 1988 fueron asesinados en Estella dos guardias civiles, Antonio Fernández Álvarez y José Antonio Ferri Pérez, cuya capilla ardiente fue instalada en el consistorio estellés, en un hecho sin precedentes con agentes de la Benemérita. Y allí conocimos a una alcaldesa, entonces independiente, Rosa López Garnica, que destituyó al único concejal de HB como presidente de una comisión municipal no sin antes decirle: «Es increíble que quienes apoyan este tipo de sucesos tengan el cinismo de mostrarse afectados».
Veinticinco años después, quiero recordar a aquellas mujeres-coraje olvidadas, pero, sobre todo, quiero recordar a todos esos ciudadanos desconocidos que comenzaron a salir a la calle por Gesto por la Paz, con su silencio de repulsa o expresando en voz alta lo que la mayoría callaba o contaba en voz baja a los íntimos, como si estuviéramos en la postguerra. Desaparece Gesto por la Paz, pero, por favor, que no desaparezcan nunca de nuestra memoria lo que Gesto representó y defendió siempre.
GORKA ANGULO PERIODISTA, EL CORREO 06/05/2013