El empleo ha tenido un buen comportamiento a lo largo del pasado año. Se podrá decir -de hecho, la oposición se harta de decirlo- que duplicamos las cifras europeas del paro y que el nivel del paro juvenil es inadmisible para un país al que algunas ministras consideran una de las ‘locomotoras europeas’, y también es cierto que las modificaciones incorporadas a la taxonomía, que han conseguido el milagro de eliminar de la lista del paro a personas que lo cobran, alteran el sentido de las cifras. Pero no es menos cierto que aumentar en casi medio millón el número de cotizantes a la Seguridad Social, hasta los 20,3 millones, y reducir la lista del paro -la ‘oficial’- por debajo de los tres millones (2,83) es un logro importante para un año tan difícil.
La audacia normativa de la vicepresidenta segunda no conoce límites y, en adelante y tras haber conseguido que las contrataciones de fijos discontinuos crezcan un increíble 954%, incluso la contratación de los temporeros procedentes del extranjero se formalizará por esa vía, lo cual no deja de ser un alarde de imaginación.
Además de esta lectura se puede hacer otra. Y es la que se fija en la desaceleración que muestra el empleo y que coloca a los datos de diciembre como el peor mes de los últimos diez años.
Tras las penurias del covid y sus importantes caídas en el crecimiento económico, el de este año ha sido superior al esperado y mejor que el del entorno, como recuerda con razón constantemente el Gobierno, para olvidar después con la misma constancia que somos casi los únicos entre los 27 socios de la UE que no hemos recuperado el nivel anterior a la pandemia. Llegará al 4,4%, lo que sin duda es uno de los motores que ha impulsado al empleo. Por eso, la duda de cara al ejercicio recién estrenado es sí una reducción del mismo hasta aproximarse a la recesión nos traerá un nuevo castigo al empleo.
Las previsiones más recientes del FMI han sido nefastas y confirman que el parón europeo y norteamericano puede afectar negativamente a nuestras ventas al exterior. Si se resienten mermarán los ingresos de las empresas que, tras haber reducido con severidad sus inversiones en 2022 -un 5% menos-, podrían hacer lo mismo con el empleo. 2023 será ‘otro’ año incierto. Es decir, un año completamente normal.