Los responsables de Instituciones Penitenciarias han puesto en marcha un nuevo programa en todas las cárceles españolas para controlar y, llegado el caso, frenar la radicalización islamista de presos musulmanes.
En la actualidad hay en las prisiones españolas más de 7.000 reclusos procedentes de países de mayoría musulmana y los expertos en la materia creen que cientos de ellos son susceptibles de ser víctimas de la captación de militantes yihadistas con los que comparten centro penitenciario. Y lo son más en un momento en el que el número de detenidos y encarcelados por este motivo está creciendo.
El programa de Prisiones comenzó a desarrollarse el pasado mes de octubre y lleva el nombre de Proyecto Saladino. Desde entonces, los ojos de los mejores especialistas están pendientes de forma permanente de cada gesto, palabra o letra que escriben los presos susceptibles de ejercer como captadores o bien de ser captados, para detectar cualquier cambio que indique un proceso de radicalización.
La principal preocupación es que presos encarcelados por terrorismo yihadista influyan en reclusos que cumplen condena por delitos comunes y que estos puedan sumarse a las filas del islamismo radical cuando son excarcelados.
En las cárceles españolas ya se han detectado células formadas y alentadas por yihadistas para que, cuando sus miembros cumplieran su condena, llevaran a cabo acciones terroristas en el exterior.
El programa puesto en marcha por la Secretaría General de Prisiones, dirigida por Ángel Yuste, es pionero en Europa y algunos países del entorno de España ya se han interesado por él.
El programa actúa sobre tres tipos diferentes de presos. Los primeros son aquellos que están cumpliendo pena o se encuentran en prisión preventiva por delitos relacionados con el terrorismo. En este caso, el control sobre ellos por parte de Prisiones es total.
El segundo grupo lo componen los reclusos que Instituciones Penitenciarias interpreta que ejercen o pueden ejercer como captadores. Por poner un símil futbolístico, se trataría de ojeadores que se dedican a observar entre los presos quiénes pueden ser futuros adeptos del radicalismo islamista.
El tercer y último grupo es el que componen los presos musulmanes que están cumpliendo penas por delitos que no están relacionados con el yihadismo, pero que los especialistas penitenciarios consideran que son susceptibles de caer en las redes que van tejiendo los ojeadores.
Para llevar a cabo este programa, Prisiones cuenta con la participación plena y directa de algo más de 300 funcionarios, que acceden al programa de forma voluntaria y que, además, reúnen una serie de requisitos que les hacen tener un perfil más preciso que la media para atender este tipo de fenómenos. El objetivo es claro: parar la radicalización yihadista que existe en las cárceles y reducirla a la mínima expresión.
Como han explicado a EL MUNDO fuentes cercanas a este proceso, a día de hoy en el programa están inmersos ya 241 presos. De ellos, 125 son del grupo integrado por terroristas y presuntos terroristas, 35 son ojeadores y otros 81 integran el grupo de los potenciales captados, las víctimas del proceso de radicalización.
Entre los instrumentos con los que cuentan los miembros del Proyecto Saladino para frenar la acción de los yihadistas figura la colaboración de imanes moderados. Seleccionados por la Comisión Islámica y tras pasar el filtro de Prisiones, los imanes ayudan en la labor de concienciar a los presos de que se puede y se debe ser musulmán sin defender la violencia. «Se facilitará la labor de imanes moderados que puedan contrarrestar la desviación en la interpretación y vivencia de textos sagrados», apunta el texto de este proyecto.
El grupo más difícil de detectar es el de los musulmanes que entraron en prisión ajenos al yihadismo, pero que ya están siendo captados. Para ello, los funcionarios de Prisiones intentan percibir cambios en estas personas, aunque sean sutiles. Pueden ser cambios en la apariencia física (barba, pelo corto, afeitado del cuerpo, prendas blancas, callosidad en la frente, pérdida de peso), en el comportamiento (cambio en la práctica religiosa, rezos en solitario, meticulosidad, rigidez en la alimentación) o en el carácter (agresividad, austeridad, retraimiento). Cuando se detecta algo de este tipo, los especialistas reciben una señal de alarma que permite proponer la inclusión de estos internos en el Proyecto Saladino.
Otro elemento clave en este proceso es la figura del interno de apoyo. Se trata de presos musulmanes que actúan como respaldo y protección hacia otros internos radicalizados o en riesgo de serlo.
Junto a todo esto, el control penitenciario sobre este tipo de reclusos incluye también la detección de cualquier dato que sirva en la lucha contra el terrorismo.
Así, con una corta periodicidad los funcionarios de prisiones elaboran un boletín con todas las novedades relevantes que detectan en su trabajo diario sobre los internos yihadistas o sobre posibles captados. Esa documentación es remitida a la Secretaría de Estado de Seguridad, del Ministerio del Interior, que la reenvía a los servicios de información de la Guardia Civil y de la Policía Nacional y al CNI.
Estas fuentes precisan que es precisamente el CNI el que analiza con precisión estos datos al tratarse de informes de inteligencia penitenciaria. De la información facilitada por los funcionarios de prisiones han partido investigaciones que se han llegado a concretar en operaciones contra redes yihadistas. Las fuentes consultadas prefieren no concretar esas operaciones para evitar que la red de inteligencia que existe en prisiones se pueda ver afectada. Sí destacan el alto nivel de capacitación que existe entre los funcionarios de prisiones.
«En las cárceles es donde llegan finalmente todos los terroristas y es donde más tiempo están. Las prisiones también han sido y son un elemento clave en la lucha contra todos los terrorismos, aunque a este funcionario no se le destaque igual que al resto», lamentan trabajadores de Prisiones con muchos lustros en la lucha contra el terrorismo.