EL CORREO 04/06/13
FLORENCIO DOMÍNGUEZ
El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, propuso ayer lo que llamó «solución vasca» para romper el bloqueo del proceso de final de ETA y planteó que la banda terrorista entregue sus armas a las instituciones vascas o «a una representación de este país». La petición es llamativa y conquistará titulares en los medios, pero tiene pocas posibilidades de ser atendida por ETA. Y no porque la banda, en contra de lo indicado por el presidente del PNV, prefiera entregar sus armas a la Guardia Civil o al Ejército español.
Desde que anunció el fin de la violencia, ETA ha hecho referencia en varias ocasiones al desarme. En todas las ocasiones ha señalado que estaba dispuesta a negociarlo con los gobiernos de España y Francia en una mesa en la que se tratara también sobre los presos y sobre la retirada de efectivos policiales del País Vasco. No ha ido más allá ni ha indicado cómo concebía ese desarme, pero dado que en el seno de ETA están muy presentes las enseñanzas del modelo de Irlanda del Norte, no parece descabellado pensar que nuestros terroristas, como los del Ulster, no quieran entregar sus armas a sus enemigos, sean de Madrid o de Vitoria. Antes preferirán eliminarlos a escondidas o como el IRA, que destruyó sus arsenales –al menos una parte– ante observadores internacionales, pero sin presencia de enviados de Londres, Dublín o Belfast.
Hace ya años que Arnaldo Otegi dijo que la foto del desarme de ETA sería «la foto de la derrota». Y tenía razón. El desarme tiene una carga simbólica que va mucho más allá de la dimensión práctica de ese paso. El exmiembro de ETA Joseba Urrosolo lo decía en unas recientes declaraciones: «El desarme no es un problema y tampoco habrá tanto para desarmar. Lo importante es tomar la decisión de hacerlo y sobre todo la mentalidad con que se plantee ese final».
Es, precisamente, por la carga simbólica que tiene por lo que los etarras no se van a plantear entregar sus armas ni ante la Guardia Civil. Otra cosa será que las investigaciones de la Guardia Civil o de la Policía acaben localizando los arsenales de ETA y entonces se resuelva el problema por las bravas, como pasó con la rama político-militar. Pero es que tampoco ETA va a aceptar entregar sus armas ante las instituciones vascas, unas instituciones nacidas de un Estatuto que la banda terrorista no ha reconocido. ETA y su entorno durante décadas han discutido con el PNV sobre quien representa la fidelidad auténtica a la causa nacionalista y lo último que admitiría la banda es, precisamente, hacerse la foto de la derrota delante del partido de Iñigo Urkullu.
En 2001, cuando, el IRA comenzó a destruir sus arsenales, Joseba Egibar dijo que ETA no podía abstraerse del paso dado por los republicanos. La respuesta de la banda a esta mera insinuación fue preguntar al PNV a ver porqué este partido no presionaba a Madrid y París.