IGNACIO CAMACHO-ABC
Hoy no hace falta transportar las urnas cargadas de papeletas desde casa, ni votar varias veces junto a un semáforo
LA de hoy es la cuadragésimo octava ocasión en que los catalanes van a votar desde la muerte de Franco. Las otras 47 corresponden a trece elecciones generales, once autonómicas, diez municipales, siete europeas, cuatro referendos nacionales y dos estatutarios. Más que en Escocia, Flandes o Baviera, por citar ejemplos de autogobierno avanzado. En todas esas oportunidades los ciudadanos de Cataluña han ejercido su derecho a decidir sobre sus asuntos políticos internos, los de España y los de Europa con plenas garantías democráticas. Salen a más de una votación por año, que es buena media para vivir en un !Estado autoritario! Y nadie ha cuestionado los resultados, que han respaldado a los partidos nacionalistas en la mayoría de los casos.
En las elecciones de hoy, organizadas por la Generalitat en nombre del Estado, sólo es menester presentarse en el colegio electoral correspondiente, con el DNI actualizado. Las papeletas no hay que imprimirlas en casa ni llevarlas escondidas; están en las cabinas dispuestas para el caso. Las urnas tampoco hay que transportarlas desde casa, y menos cargadas de votos; por eso son transparentes y de metacrilato. Existe un censo efectivo y particularizado, elaborado con datos oficiales del padrón, no robados, y en el recuento estarán presentes los miembros de cada mesa, elegidos por sorteo, más los interventores de las candidaturas concurrentes o los apoderados. Eso sí, no se puede votar más de una vez, ni hacerlo en mitad de la calle o en los semáforos. Esa clase de prácticas están mal vistas en los países civilizados.
Esas fueron, sin embargo, las que se produjeron el 1 de octubre, en el referéndum que los independentistas consideran su epítome democrático. Un censo universal con el cualquiera podía votar cuantas veces quisiera en cualquier lado. Papeletas autoimpresas y urnas semiopacas de plástico. Presidentes de mesa involucrados en la causa soberanista y un recuento a ojo de buen cubero que sonrojaría al régimen venezolano. En esa farsa aún pretende sostener el separatismo la legitimidad de su fallido intento revolucionario. Y ante unos comicios limpios, escrupulosos, regulares y ordenados, todavía tienen la cara lo bastante dura para deslizar infames suspicacias o sugerir sombras de pucherazo.
Los catalanes pueden hoy elegir incluso a candidatos presos, formalmente sospechosos de graves delitos contra las bases del Estado, a los que la presunción de inocencia ampara para salir diputados. Hay hasta un aspirante prófugo que no se ha atrevido a presentarse para responder ante la justicia de sus actos. Éste es el régimen despótico que oprime los derechos del pueblo soberano. El que ha convocado a las urnas 48 veces a los habitantes del territorio sojuzgado. El que comete la insultante afrenta de exigir que los representantes electos acaten las leyes y los preceptos de la Constitución que han jurado.