TONIA ETXARRI, EL CORREO 26/12/13
· Se ponen a la defensiva, sus señorías, con las críticas a sus vacaciones parlamentarias. Pero las agendas públicas de los hemiciclos no tienen previsto celebrar sesiones plenarias entre Navidad, Año Nuevo, Reyes y… !suma y sigue hasta febrero!. Tienen su derecho al descanso, desde luego, y en su defensa alegan que, entre pleno y pleno, algunos diputados trabajan.
Con la preparación de iniciativas pendientes, reuniones de comisiones y ponencias, la lectura de informes o las citas con colectivos van matando el tiempo, pero se trata de una tarea con tan escaso relumbrón que apenas cuenta para la nota. En esta aldea global en la que nos ha tocado vivir, en donde la ausencia de imágenes parece desvelar la inexistencia del trabajo parlamentario, parece que si no hay sesiones plenarias los diputados (¡y no digamos los senadores!) no se ganan el sueldo.
Dicen los afectados que las críticas a las vacaciones parlamentarias forman parte de «las campañas orquestadas para desprestigiar la política». Pero no quieren asumir, en el fondo, que el desprestigio se lo van ganando por méritos propios. El mandato constitucional a que suelen referirse cuando alegan que la inactividad circunscrita a enero y agosto, podría tener, sin embargo, una aplicación más flexible sin necesidad de proceder a la reforma de la Carta Magna. Bastaría con que los dos partidos mayoritarios del Congreso, que ya introdujeron en 2011 un cambio constitucional mediante el pacto de estabilidad presupuestaria para fijar el techo del déficit del Estado y las comunidades autónomas, tuvieran propósito de enmienda.
Con voluntad se arreglan estas situaciones tan incómodas que acaban poniendo a nuestros representantes en el expositor de los agravios en tiempos de crisis. Porque en 2010 se produjo un acuerdo político para celebrar «sesiones extra, tanto plenarias como de comisión en los meses inhábiles de julio y enero». Todo un detalle. Pura necesidad funcional de mantener activo el Parlamento todo el año, salvo agosto. El acuerdo no llegó a tanta generosidad de espíritu de entrega y sacrificio.
Pero los socialistas y populares, que entre los dos alcanzan los 3/5 de la Cámara exigidos en las reformas constitucionales, acordaron acortar el período vacacional. Que entre enero, medio julio y agosto supone una beca envidiada, ya no sólo por los parados, sino por los empleados que no se atreven a disfrutar de un tiempo de descanso por temor a perder su puesto de trabajo.
Es cierto que ya los meses de julio no son lo que eran. Pero las promesas de acortar el período vacacional se cuidaron. Y, ahora, el gran paréntesis de sesiones plenarias hasta la segunda semana de febrero está dando mucho que hablar estos días. El populismo se suele lanzar con saña contra los representantes de los ciudadanos que los han elegido cada cuatro años ejerciendo, por cierto, su «derecho a decidir». Pero, si no quieren seguir formando parte de los colectivos tan desprestigiados en los sondeos de opinión, tendrán que predicar con el ejemplo. Pasar de las musas al teatro. Y, durante los 31 días que tiene el mes de enero, marcarse un pleno. Por ejemplo. Hay infinidad de iniciativas que atender. Inténtenlo. Con un par.
TONIA ETXARRI, EL CORREO 26/12/13