El plebiscito vacío

IGNACIO CAMACHO, ABC – 20/10/14

· Ante un plebiscito fraudulento, la ausencia de la oposición sería la expresión universal de una farsa democrática.

Las elecciones plebiscitarias no existen en España; todas lo son en la medida en que refrendan gestiones o programas pero no existe en la Constitución ni en la ley electoral una fórmula explícita. Por tanto si Artur Mas decide disolver la actual legislatura tendrá que limitarse a convocar unos simples y modestos comicios autonómicos, mal que le pese; el supuesto plebiscito no pasará de ser intencional y meramente interpretativo. Y los ganadores tendrán que formar gobierno y cumplir con las prosaicas obligaciones de administrar un territorio: mantener abiertos los hospitales y colegios, ofrecer servicios públicos y pagar las nóminas…. por cierto con créditos del odioso Estado opresor.

Si además pretenden declarar la independencia han de saber que esa declaración no tiene valor jurídico alguno. Y que si nadie la reconoce, por más que en la ONU exista un mercadillo negro de emancipaciones, harán el más solemne de los ridículos. No vale que te reconozca Timor o Vanuatu, ni da mucha gloria.

Con todo, el carácter mayoritario de un plebiscito de autodeterminación ha de medirse respecto al censo, no sobre la participación. Con el sistema de reparto de escaños resulta factible alcanzar mayoría con un 30 por 100 de los votos posibles, pero una nación nueva no se puede fundar en la voluntad de un tercio de sus ciudadanos. A los andaluces, en la consulta de 1980, se nos exigió el 51 por ciento del censo… en cada provincia. Y se trataba sólo de pedir la autonomía; una secesión debería requerir proporciones algo más cualificadas para convertir en extranjeros a los que no la deseen.

Unas elecciones anticipadas normales en Cataluña podrían tener la virtud de aclarar la relación de fuerzas en torno al proceso independentista: contarse y ver cuántos están a cada lado. Pero si Mas las quiere convertir en una simulación de referéndum para camuflar su fracaso existe una posibilidad de echarle abajo el subterfugio. La ha propuesto el escritor Xabier Pericay en la edición catalana de ABC y consiste en que los partidos constitucionalistas –PP, Ciudadanos, PSC y quienes deseen trazar en torno a la secesión una línea roja– boicoteen la convocatoria. Que no se presenten. Que denuncien su fraude plebiscitario permitiendo un Parlamento monocolor soberanista; total, tampoco cuentan para mucho cuando están dentro.

Puede ser una idea utópica y desde luego arriesgada, pero resulta sugestiva. Si los presuntos vencedores no van a tomar en consideración a la minoría no hace falta que la tengan delante para humillarla. Mas pretende legitimar su causa con un golpe de efecto en la opinión pública internacional y nada le haría más daño que la repulsa del rechazo y la ausencia. Abstención activa. No jugar con sus cartas marcadas; he ahí una manera de arruinarle el órdago. Unas elecciones sin la oposición: la clamorosa expresión universal de una farsa democrática.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 20/10/14