Estamos asistiendo a la ceremonia de la reacción. Eugenio Etxebeste dice que «la lucha armada ha tocado techo» porque ya ha aportado «todo lo que tenía que aportar». Mientras los etarras, los ex y los actuales, no concluyan que han fracasado en su trayectoria, no avanzarán hacia la reinserción democrática.
Con un gran ‘gesto’ de Gesto por la Paz, recorriendo los lugares de Bilbao donde sesenta y tres ciudadanos cayeron abatidos por atentados terroristas de ETA, GAL o Batallón Vasco Español, los activistas de la memoria han querido poner, este fin de semana, un marco a la foto fija de la muerte cruel y violenta provocada por el terrorismo en la ciudad para dar identidad a las frías estadísticas que han ido dibujando la historia reciente del País Vasco. Sesenta y tres nombres y apellidos de víctimas que engrosan la lista de un ciclo que comenzó en 1969 y parece haber terminado con el atentado contra el inspector Eduardo Puelles, cuando llevaba tan solo unas semanas Patxi López como lehendakari del nuevo Gobierno vasco.
Un homenaje que este año parece tener cierto poso de cierre de una etapa cuando los movimientos del entorno político de ETA van encaminados a no perder la vez en las próximas elecciones municipales y forales. De ahí su transcendencia en momentos de balance político del año. Superado ya el primer fin de semana en el que se habían depositado todas las expectativas en torno al esperado comunicado de ETA, queda en el archivo el eco de la voz del mensaje del ‘copresidente’ Rubalcaba que suena con la profundidad y la perseverancia de una consigna: «Esto de la tregua se acabó». Esa opción «ya no vale».
Parece lógico que a estas alturas la fórmula reducida al anuncio de una tregua, por muy verificable que ésta sea, ya haya pasado su fecha de caducidad. Si no le sirve ni a Aralar, cuyo coordinador general, Patxi Zabaleta, no duda en exigir de los terroristas que pidan perdón por el daño causado, mucho menos será tenido en cuenta por el Gobierno socialista que, lógicamente, asegura que no estamos ya para esperar que ETA se marque un paréntesis, que es lo que viene a suponer una tregua en la actividad terrorista.
ETA sabe que se espera de ella un abandono de las armas. Y sin contrapartidas políticas. Y Batasuna y sus sociedades anónimas son conscientes de que, si no se produce el abandono, se espera de ellos que rompan con sus cómplices. El recorrido ha sido tan largo y abominable y se han desperdiciado tantas oportunidades que, al final, la solución del enigma se ha simplificado a los grandes conceptos sin matices: la libertad para todos los ciudadanos con el final del terrorismo y los proyectos de imposición. Los tiempos perdidos con teorías sobre la territorialidad y los derechos extraviados del pueblo vasco, como moneda de cambio para un cese de la violencia, han pasado su turno. Existen grupos políticos que lo defienden en el Parlamento vasco sin necesidad de atemorizar a los ciudadanos.
A medida que pasa el tiempo, y gracias a la aplicación de la ley de partidos, el entorno político de ETA se ha ido quedando sin oxígeno. Por eso, ahora estamos asistiendo a la ceremonia de la reacción. De ellos depende su vuelta a las instituciones. De sus gestos se desprenderá si están preparados para formar parte de la vida democrática. Pero la mayoría de representantes políticos consideran insuficiente que Eugenio Etxebeste, ‘Antxon’, haya dicho que «la lucha armada ha tocado techo» por el simple hecho de que ya ha aportado «todo lo que tenía que aportar».
Mientras los etarras, los ex y los actuales no lleguen a la conclusión de que han fracasado en su trayectoria, no avanzarán hacia la reinserción democrática. Se está hablando tanto del fin de ETA en los coloquios políticos que al final subyace cierto temor a una nueva frustración. Nadie se escapa, sin embargo, a los cálculos electorales. El partido de Urkullu, que se rasgó las vestiduras cuando unos soldados clavaron una bandera constitucional en la cima del Gorbea y ahora, sin embargo, aplaude la intervención del Ejército de la mano del Gobierno en el conflicto de los controladores aéreos, no se libra de la tentación de evaluar riesgos y ventajas.
El PNV, que lleva más de un año denunciando el pacto entre los socialistas y populares en el País Vasco porque persigue, según ellos, que los partidos constitucionalistas se mantengan en el poder gracias a la incomparecencia impuesta a la izquierda abertzale, sabe que el reparto del pastel cambiaría si los sucesores de Batasuna pudiesen presentarse en las próximas elecciones. Parece claro que si la oferta de siglas abertzales se va engrosando, el PNV vería perder su hegemonía en las diputaciones, pero quedaría por ver la orientación de los pactos postelectorales. Y en ese momento, la última palabra dependerá, cómo no, de las necesidades de los partidos. Y hasta que no se firmen las nuevas alianzas no se sabe quién ha resultado ganador.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 20/12/2010