Arcadi Espada-El País
CUANDO HAY oportunidad de comprobar empíricamente el efecto que causa usar palabras más grandes que los hechos que narran se produce un momento de viva emoción. El diario El País usó el martes 664 palabras para describir un insulto supuestamente homófobo que un profesor dirigió en twitter a Miguel Iceta. La información ocupaba parte de dos columnas en portada y cuatro en páginas interiores. Y en ella se daba cuenta de la decisión de la Fiscalía de Barcelona de investigar al profesor como autor de un supuesto delito de odio. Al día siguiente el mismo diario utilizó 679 palabras para describir el asesinato de un hombre a manos de otro que, supuestamente, antes de asestarle un golpe fatal en la cabeza le había reprochado que llevara unos tirantes con los colores de la bandera española. La información ocupaba parte de una columna en portada y tres en páginas interiores.
Este tipo de aritméticas periodísticas nunca son ciencia exacta porque el tratamiento de las informaciones responde también a criterios extrínsecos a ellas. Pero del mismo modo cabe decir que revelan un ambiente moral. La distancia de calibre periodístico entre una broma sexual cuya homofobia habrá de demostrarse y el asesinato de un hombre por supuesta causa hispanófoba es demasiado leve como para que resulte tolerable. Se cumple la sentencia: si gastas delito de odio en cualquier crimen te quedas sin palabras para el odio. La insoportable proximidad es aún más llamativa desde el punto de vista periodístico cuando se atiene a la rareza de los dos crímenes: son desgraciadamente habituales las bromas homófobas, pero es un caso único que alguien muera por exhibir la bandera de su país. Todo el fracaso colectivo español se resume en el imposible de la trágica noche de Zaragoza: que agresor y víctima compartieran la neutralidad ideológica de su bandera.
La complicidad política entre el presunto asesino de Zaragoza y el nacionalpopulismo provocó ayer la conocida maniobra que en términos ferroviarios franceses es la del tren que peut en cacher un autre: dada una noticia, sus perjudicados tratan de ocultarla con el paso rápido y atronador de otra vagamente vinculada. Así todas las terminales nacionalpopulistas se pusieron ayer a replicar la historia del tanque. El mismo día del asesinato, ¡y también en Zaragoza!, un chaval se sube a un tanque durante la jornada de puertas abiertas de un acuartelamiento y se graba un selfie donde dice que ha encontrado solución a los problemas de España y que le va a dar una sorpresa a Puigdemont. Y luego al Coletas: «El siguiente eres tú, cabrón. Y arriba España». Para ser justos con las noticias y los trenes: algo compartía el chaval con el hombre de los tirantes, porque estaba muerto de risa.