Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Si se condona su deuda, no diré ‘Cataluña nos roba’. El que nos robaría sería Sánchez

Es la cifra de la deuda que Cataluña tiene contraída con el Estado, o sea, con todos los contribuyentes españoles, y cuya condonación reclaman Junts y ERC a Sánchez a cambio de su apoyo en la investidura que anda tramando. Sánchez baraja esa posibilidad como si el dinero se lo debieran a él y como si el Fondo de Liquidez Autonómica fuera su billetera. Éste es el planteamiento lacerante al que nos enfrentamos: los mismos sujetos que se han gastado esa cantidad astronómica de dinero en desafiarnos, y en promover en su tierra la voladura de la nación española, son los mismos que ahora reclaman de esa misma nación a la que desean dinamitar el olvido de esa pasta que adeudan para, de ese modo, proseguir su destructiva tarea y sostener en el poder al sujeto que -piensan- más se ajusta a sus incendiarios intereses.

A ese hecho se suman otros no menos relevantes y sangrantes: lo que nos prometen a cambio de ese descomunal impago no es la paz social ni la reintegración en el orden constitucional sino el aterrizaje estelar de un prófugo de la Justicia en loor de multitudes, su burla al Poder Judicial y la celebración de un referéndum de autodeterminación como el que trataron de perpetrar el 1-O de 2017, pero con toda la cobertura legal, la impunidad criminal y la solemnidad oficial del que aquel no pudo gozar. El cuadro, sin embargo, no queda completo si no se recuerda que esta gente tan encantadora que se va a llevar el dinero de nuestros bolsillos en un momento nacional en el que tratamos de salir a trancas y barrancas de la crisis económica, la pandémica y la bélica, es la misma gente que acuñó el edificante y solidario lema de «España nos roba».

No. No seré yo quien esgrima el ‘Cataluña nos roba’. Quien nos robaría es Sánchez. Hablamos de 70.000 millones, o sea, de una cifra con diez ceros. Uno piensa en ella y se acuerda de los 540 millones que el PNV logró arrancar a Rajoy en 2018 para unas inversiones que incluían la llegada al País Vasco del tren de alta velocidad. Sánchez prometió entonces mantener esas inversiones, pero cinco años después, la famosa ‘Y’ ferroviaria sigue siendo una promesa olvidada por el mismo sanchismo que invoca de modo permanente la Agenda 2030.

¿Qué proyecto más lógico y ecológico cabría para esa dichosa agenda que un AVE que nos ahorre buena parte de los gases contaminantes de la A-1? Al desinterés de Sánchez por llevar al País Vasco ese AVE que Felipe González llevó a Sevilla en 1992 se añaden las partidas de dinero que va a tener que repartir entre sus interesados socios para sacar adelante su investidura, entre ellas la que nos robaría para Cataluña. Feijóo en cambio sólo tendría un socio a untar… Un argumento más para que el PNV revise el portazo de Ortuzar.