José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Los populares oponen dos argumentos a su decaimiento: hay voto oculto y los electores que se van a Ciudadanos terminarán volviendo
En las muchas encuestas publicadas ayer tratando de pronosticar los resultados del 21-D en Cataluña, solo se produce una coincidencia: el Partido Popular pierde entre 3 y 6 diputados de los 11 que logró en los comicios del pasado 27 de septiembre de 2015. Y otra: que los populares se disputan el farolillo rojo con la CUP. Si esto fuera así, y tiene trazas de serlo, el partido del Gobierno habría entrado en barrena y su situación general quedaría seriamente deteriorada —más aún— en el conjunto de España.
Veamos. El PP obtuvo en las anteriores autonómicas 11 escaños con el 8,5% del voto popular. ‘El Periódico’ en su sondeo de ayer le atribuye entre 6 y 7 escaños y el 5,6% de los sufragios. ‘El País’ rebaja la marca: deja al PP con 5 o 6 diputados y solo el 5,4% de los votos. ‘ABC’ mejora el resultado y sitúa la horquilla popular entre los 7 y 8 asientos y el 6,2% de las papeletas. ‘El Mundo’ coincide: 8 escaños y el 5,8% de los votos y ‘La Razón’, con un sondeo más generoso, le da al PP también 8 puestos en el Parlament catalán con el 7,3% del respaldo del electorado. ‘La Vanguardia’, el domingo pasado, persistía en esta cifra: 8 puestos en el Parlament con el 7,1% de las papeletas.
La pérdida de apoyos del partido que preside Rajoy la absorbe una opción fronteriza como la de Rivera que resulta a los «fugados» más atractiva
Los votantes que abandonan al PP se van mayoritariamente, según las encuestas, a Ciudadanos que en todos los sondeos aparece como primera o segunda fuerza política. O sea, que la pérdida de apoyos del partido que preside Rajoy la absorbe una opción fronteriza como la de Rivera que resulta a los «fugados» más atractiva. ¿Por qué? Las causas son varias y mejor será esperar a que los resultados virtuales dejen paso a los reales. Pero puede adelantarse que la debilidad del PP en Cataluña no es solo atribuible al particular escenario catalán. Se dan otras variables. Los populares ya perdieron posiciones en el País Vasco en los últimos comicios: pasaron de 10 a 9 escaños y a obtener solo el 10,6% del voto popular y ahora son la última fuerza política vasca en el Parlamento de Vitoria. El PP perdió la mayoría absoluta en Valencia y en Madrid. Y Andalucía sigue siendo un desiderátum para el partido de Rajoy.
El PP se ha introducido en un proceso de ‘jibarización’, una palabra que no está incluida en el DRAE, pero sí en el Diccionario del Español Actual de Seco, Andrés y Ramos y que significa reducción, disminución, minimización. Y es un fenómeno homogéneo porque solo gobierna con mayoría absoluta en Galicia, pero ni siquiera lo hace ya en Castilla y León —le apoya Ciudadanos— ni en La Rioja —le completa también el partido de Rivera— feudos de tradicionales y de consecutivas mayorías absolutas conservadoras. La recesión del PP es urbana y generacional. O sea, pierde fuelle en las ciudades y entre el electorado más joven. De seguir así las cosas, con presencia marginal en las dos autonomías más problemáticas de España (Cataluña y País Vasco), el PP se dirige a un territorio de indigencia en el que podría ser depredado drásticamente por Ciudadanos.
La candidata a la Generalitat por Ciudadanos, Inés Arrimadas. (EFE) Cuando se trata este asunto con los dirigentes populares, en vez de reconocer preocupadamente la situación, la eluden con dos argumentos. Por lo que a Cataluña se refiere, aducen que las encuestas se confunden porque no detectan el «voto oculto» (veremos si es así el próximo jueves), en línea con la afirmación de Pablo Casado según el cual su partido «siempre vence a los sondeos». El otro argumento elusivo por parte del PP es más grave aún: suponen que el voto que ahora se está yendo a Ciudadanos «volverá». Se trata, dicen, de «un voto prestado». Sus electores estarían echando «una cana al aire» (sic de un dirigente del PP), pero Rajoy «es tan sólido» que les hará retornar.
Y aquí llegamos al punto más delicado: la sucesión de Rajoy. «No está encima de la mesa. Es nuestro mejor activo». Punto. No hay discusión. El presidente del Gobierno maneja el cuadro de mandos por completo y su capacidad de resistencia ante la adversidad es proverbial. Napoleón cuando le proponían a alguno de sus subordinados para tareas de mayor enjundia no preguntaba por su valía. Inquiría: «¿Tiene suerte?». Pues bien, Rajoy, siempre salvado por la campaña, parece que la tiene y a falta de otros recursos, los suyos se encomiendan a la buena estrella del gallego.
No obstante, si los resultados confirman los pronósticos demoscópicos en Cataluña, habrá que abordar muy en serio la situación declinante del PP. Las causas de haber llegado a donde ha llegado y el manejo de las crisis que se han producido, incluso si la gestión del Gobierno —por tardía o por confundida— no ha llegado a alimentarlas y sobredimensionarlas como ha ocurrido en Cataluña. De momento, el dato incontestable es que todos los sondeos le auguran un 21-D perdedor en Cataluña y vencedor a su contrincante y socio de investidura, Ciudadanos.