Arcadi Espada-El Mundo
La bandera constitucional está en las calles de Cataluña y del resto de España como reacción naturalísima al asalto de la democracia llevado a cabo por los nacionalistas. Y es positivo que esa reacción pueda vertebrarla Ciudadanos, porque Ciudadanos no es un partido nacionalista. En sus manos la bandera es el símbolo del obstinado empeño español de que puedan vivir juntos los distintos. Justamente contra lo que se ha levantado ilegal e ilegítimamente el gobierno de la Generalidad, y por lo que debe ser derrotado por la ley y la razón. Es frecuente que en las páginas de la prensa socialdemócrata asomen atorrantes alertas sobre el nacionalismo español, voceadas a veces por historiadores viejecitos que podrían abstenerse de decir simplezas, siquiera por edad. El nacionalismo español no es algo espectral, que quepa ir descubriendo debajo de cada cédula de identidad política. Un nacionalista español, o catalán, propugna hoy dos objetivos concretos en su programa: la desaparición del Estado de las Autonomías y la salida de la Unión Europea. Nada de lo que propugna Cs. Todo lo que propugna Vox. Todo lo que propugna el separatismo. La xenofobia institucional y la desmoralizante actitud de Europa ante la crisis catalana han provocado que los dos objetivos del programa nacionalista puedan cuajar. Pero un modo inteligente y feliz de combatirlos es traer a un francés de alcalde y dejar el himno, una vez fracasaron los graves poetas, en manos de una cantante de variedades. España es y debe seguir siendo una nación simpática. La cuerda que resuena por sí sola cuando se hace sonar otra.