El Diario Vasco-LUIS CASTELLS ARTECHE Catedrático de historia contemporánea de la upv-ehu
Suelo ser renuente a que los poderes públicos intervengan en temas históricos señalando cuáles tienen que ser las explicaciones e interpretaciones del pasado, que a su vez pretenden, mediante su aval, convertir en canónicas. Hay excepciones a lo que debiera ser esta regla como pueden ser temas de especial relevancia social de los que es necesario extraer alguna lección moral y que han sido o son usados para alentar lecturas falsas y sesgadas del pasado. El negacionismo del holocausto judío puede ser un ejemplo, y quizá también el terrorismo de ETA que atraviesa nuestra historia reciente.
Lo expuesto viene a cuento de una información publicada en DV el día 2 en la que se contraponía la versión de dos unidades didácticas acerca de quien promovió la primera manifestación contra el terrorismo: por un lado está la auspiciada desde la Secretaría de Derechos Humanos del Gobierno Vasco que en su proyecto Herenegun atribuye al PNV la condición de pionero en una convocatoria «por la paz», en octubre de 1978, en tanto que la editada por el Centro Memorial, entre otras entidades, señala que fue el Partido Comunista a quien corresponde la iniciativa de convocar la primera manifestación contra ETA. Llamativamente, si vamos a la historia y nos atenemos a los hechos, las dos formulaciones son ciertas, aunque la primera de ellas, la que tiene como autora a la Secretaría de Derechos Humanos, es tendenciosa y es una media verdad para encubrir un engaño.
Sobre este asunto que aquí tratamos se ha investigado y escrito de manera suficiente de forma que no debiera ser necesario tener que volver sobre el tema. El entrevistado en la información a la que hacemos referencia del DV, el historiador Raúl López, tiene textos brillantes que arrojan una luz indiscutible sobre este asunto, y personalmente también he publicado artículos en los que hago mención a esta cuestión. Por lo visto, no parece que hayan sido tomados en consideración.
Lo que no cabe duda es que la primera manifestación contra un asesinato cometido por ETA fue convocada por el Partido Comunista de Euskadi el 28 de junio de 1978 tras la muerte por la banda del periodista Portell y lo fue en Portugalete, localidad donde residía el asesinado. Fue una manifestación que reunió a unas 200 personas que fueron increpadas por jóvenes con gritos de apoyo a ETA y que protagonistas de la época nos contaban que en su organización había tenido un papel destacado Octavio Cruz, un sindicalista y comunista curtido en la lucha contra el franquismo. No fue una iniciativa aislada del PC pues a esta le siguieron otras convocatorias de repulsa de ETA, con la particularidad de que se produjeron ante asesinatos de integrantes de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Fue así este partido el que convocó primero en Elgoibar (el 9-10-1978) y luego en Algorta (el 22-10-1978), manifestaciones tras el asesinato de guardias civiles, y lo mismo sucedió unos días después tanto en Zumarraga como en Errenteria (11-11-1978) tras atentados sufridos por miembros de este cuerpo. No era habitual entonces manifestar la solidaridad hacia los asesinados pertenecientes a las fuerzas de seguridad, estigmatizadas y deshumanizadas por el mundo de ETA tras los apelativos de ‘txakurras’ y otros, y cuyos funerales se producían en un clamoroso vacío social.
Entonces ¿cómo situamos la manifestación del 28 de octubre del 78 debida al PNV, la «primera» según la Secretaría? Pues tiene su propia historia, ya muy conocida, a pesar de que algunos la sigan omitiendo, aunque ya vemos que antes hubo otras. En su origen, la propuesta del PNV dirigida a las fuerzas democráticas era convocar una manifestación con el lema ‘Contra el terrorismo’ y aunque no se mencionaba a ETA, estaba en el ánimo general que se focalizaba en ella. Sin embargo, hubo una reacción interna de los militantes del PNV no conformes con los términos de la convocatoria, lo que llevó a que paulatinamente esta fuese variando y se fuese poniendo el foco en el Estado como causante también de la violencia. Así se decía en un comunicado del EBB de unos días antes de la manifestación: «En Euskadi desgraciadamente se han venido produciendo expresiones de terror y violencia cuyo origen está centrado en la opresión sufrida por nuestro pueblo y ejercida desde hace 140 años por el poder central y las instituciones derivadas del mismo». El PNV acabó señalara al partido en el gobierno, a UCD, como corresponsable de la violencia que se vivía en Euskadi, y que le ‘invitara’ a no acudir. La manifestación se produjo bajo el doble mensaje de ‘Por una Euskadi libre y en paz’, con lo que de forma metafórica se aludía tanto a ETA (por la ‘paz’) como a UCD o al poder central (con lo de ‘libre’).
Si cabía alguna duda sobre el contenido doble o ambiguo de la manifestación, el jeltzale Anasagasti lo aclaraba aquellos días en Egin: «la gente que se quiere aprovechar de esta manifestación para ir en contra de ETA se ha confundido de manifestación». Las reticencias a manifestarse abiertamente contra ETA estaban muy arraigadas en el mundo nacionalistas pues pervivía -y con fuerza- la idea de que al fin y al cabo pertenecían a la misma comunidad. Así un grupo de intelectuales, entre los que se encontraban Oteiza y Néstor Basterrechea, llamaron a su desconvocatoria porque implicaba fomentar «la lucha entre hermanos». Era una comunidad afectiva que tardará en fracturarse. La manifestación se celebró, con una concurrencia notable, a la par que HB convocó otra simultáneamente con la consigna «Ayer y hoy por nuestros gudaris». ETA siguió con su estrategia deliberada -y exitosa- de la ‘limpieza’ política del centro derecha español, asesinando, entre otros muchos, a cinco militantes de UCD en los dos años siguientes.