Ignacio Marcos Gardoqui-El Correo

¿Dónde prefiere vivir Pedro Sánchez, en la ordenada (y aburrida) Alemania de la liberal Merkel o en la desordenada (y divertida) Cuba de los tiranos Castro?

Pedro Sánchez ha ido a la conferencia de Davos, en donde ha proclamado la buena nueva: una vez decretado el fracaso del neoliberalismo se compromete a arreglar el desaguisado mundial con sus infalibles recetas progresistas. El solito, con un par. Pues no, señor presidente, aunque no sé muy bien a qué se refiere cuando habla de neoliberalismo -un concepto difuso y etéreo, pero de gran aceptación pública, una vez que ha sido convertido por el progresismo en un insulto grave-, lo cierto es que el gran fracaso es, precisamente, el de las ideologías que iluminan a su Gobierno de coalición. Si consiguió levantar la vista del papel durante su discurso, ¿qué es lo que vio? Pues vio a la parte más granada de eso que los progresistas consideran como «la conjura de los demonios». Grandes empresarios, grandes inversores y representantes de los gobiernos e instituciones multilaterales que ordenan y rigen eso de la, supuestamente fracasada, economía de libre mercado.

Un invento que ha traído a la Humanidad la época de mayor crecimiento, mayor bienestar, mejor sanidad y educación y mejores empleos de toda su historia. Por supuesto que no es un sistema perfecto y es evidente que, dejado a su suerte, provoca disfunciones graves y desigualdades excesivas. Y por eso son necesarias tanto el establecimiento de reglas como la intervención del Estado. Pero, globalmente considerado, es el mejor sistema inventado por el hombre, y la mujer, claro está. ¿Dónde prefiere vivir usted, en la neoliberal (y fracasada) California o en la igualitaria (y exitosa) Venezuela; en la ordenada (y aburrida) Alemania de la liberal Merkel o en la desordenada (y divertida) Cuba de los tiranos Castro? ¿Para qué se levantó el muro de Berlín, para impedir que los ‘fracasados’ berlineses occidentales huyeran en masa al vecino paraíso comunista? ¿O era exactamente para impedir lo contrario? No piense que esto es una exageración, en su propio Gobierno hay personas que admiran y ayudaron a Chávez, que alaban a Stalin y ponen de ejemplo a la Cuba de Fidel…

Causa auténtica pereza intelectual tener que seguir discutiendo de esto, iniciada ya la tercera década del siglo XXI, pero no hay más remedio. Señor Sánchez, el sistema precisa cambios, pero no recambios. Podemos seguir. Pedro Sánchez no es comunista, creo, pero ¿dónde está el socialismo en Francia o en Italia? ¿Dónde ha quedado el SPD en Alemania o el laborismo en Reino Unido? ¿Qué fue de la Grecia de la ilusionante y prometedora Syriza? Pedro Sánchez nos vende mercancía averiada y la envuelve en palabras maravillosas y en conceptos preciosos. Nadie se opone a la justicia fiscal que debe garantizar el logro de la justicia social, pero todo eso necesita precisión. Hace un par de semanas, la ministra de Hacienda nos daba pistas al recordarnos el gran aforismo: «Que cada uno aporte según sus capacidades y reciba según sus necesidades». Un concepto, nada original por cierto, pero impecable, un ideal precioso. Pero el mundo no es un gran Kibutz o un convento de carmelitas descalzas compacto y cerrado, es algo más complejo y, hasta ahora, siempre que algún país ha tratado de aplicar el principio sin matizarlo ha terminado aplastado en la ruina.

La razón de su fracaso reside en que si el sistema no premia el esfuerzo y no reconoce la capacidad de las personas, la sociedad no avanza. Al contrario, retrocede. Yo le prestaría este otro principio: permitir el máximo de libertad que sea compatible con unos niveles tolerables de desigualdad y perseguir la máxima igualdad que no aborte la iniciativa personal ni cercene el progreso de la sociedad. Siempre hay que estar a favor de cualquier iniciativa que favorezca la igualdad de oportunidades…, en la línea de salida. En la de meta todo es distinto y es justo que lo sea. Y, por supuesto, que nadie se quede abandonado por el camino. En Davos, Sánchez no dijo eso.