Luis Ventoso-ABC
- Esperábamos su definitivo gesto feminista, pero no pudo ser…
Con motivo del 8-M acometí ayer un sencillo ejercicio. Para ver cómo era su cobertura del Día de la Mujer, repasé las webs del ‘Corriere della Sera’, ‘The New York Times’, ‘Le Monde’, ‘The Guardian’, ‘The Time’s y ‘Daily Telegraph’, un representativo abanico de grandes periódicos occidentales. Era la una de la tarde y todos resolvían el 8-M con una simple noticia con foto en la parte baja de la web. En ese mismo instante, los diarios españoles de todas las tendencias desplegaban grandes especiales. Las cabeceras de izquierdas directamente copaban todo su arranque con el 8-M, al que el ‘Telediario’ de TVE dedicó más de 25 minutos.
¿A qué atiende esta específica pasión española por el 8-M? ¿Será que somos el país más feminista del orbe? Me temo que no. Se debe a que la jornada está espoleada por el solvente aparato de propaganda y pensamiento del Gobierno. Simplemente se ha convertido en un nuevo logo de enganche del Orfeón Progresista, que nos guste o no, marca a su antojo de qué se habla en España y qué es lo que importa. El 8-M español no va tanto de defender los derechos de las mujeres, una causa justa e irrenunciable, como de señalar y excluir a la derecha y articular una conciencia gregaria que nos debe abrazar a todos: la ‘progresista’. Por eso muchas de sus pancartas lucen lemas de denuncia del ‘fascismo’, ideología absolutamente residual en España, que no existe en nuestra política convencional y que no gobierna en lugar alguno (lo que sí sufrimos es a la extrema izquierda, incrustada en el Gobierno y crecida en la calle con brotes ‘borrokas’). El 8-M opera como una tenaza más de un sostenido plan de ingeniería social, que busca instaurar una suerte de monopolio del pensamiento correcto, que convierta al izquierdismo en única manera aceptable de contemplar el mundo y sus problemas.
Por supuesto que hay que reclamar que las mujeres cobren lo mismo que los hombres, y no un 21% menos como ahora, que es una vergüenza. Por supuesto que han de disfrutar de igualdad de oportunidades, algo que nadie discute. Por supuesto que el reparto de tareas en los hogares deja que desear. Por supuesto que debe denunciarse la sumisión de las mujeres que imponen determinados credos (aunque no esperen a nuestra izquierda a la hora de proteger la igualdad de las musulmanas españolas). Sin embargo nuestro 8-M no va de defender a las mujeres en su conjunto. Va de defender tan solo la visión de la mujer de Podemos y el PSOE (partido que se vende como feminista, cuando en la II República criticaba la batalla por el sufragio femenino de la extraordinaria Clara Campoamor).
PD: Los fastos del 8-M concluyen con una decepción. Nos ha fallado la ministra Irene Montero. Esperábamos de ella el definitivo gesto feminista: una renuncia a todos sus cargos, como denuncia simbólica de que una mujer no puede medrar jamás merced a la más evidente, patriarcal y retrógrada promoción digital de su pareja. Pero no ha podido ser. Tal vez el año que viene…