Miquel Giménez-Vozpópuli
- Intentan esconderlo hablando de Madrid. Pero lo que está sucediendo en Cataluña es irremediable
La vieja estrategia de tapar un grito con otro más fuerte. Todo gira alrededor de Madrid, de Ayuso, de Almeida, de Vox. No caigan en esa burda trampa. Lo que está pasando en Navarra, en las Vascongadas y ya no digamos en Cataluña es mucho más grave. No tan solo en términos de pandemia o económicos, que también, sino en lo referente a la política y a la desintegración del poco Estado que quedaba presente en dichas autonomías.
Centrándonos en mi tierra, los contagios se están disparando de tal modo que se habla de un confinamiento a la madrileña en dos semanas. La inacción torpe e ignorante del Govern se suma a los podemitas de Colau en Barcelona o a la socialista Nuria Marín en Hospitalet. Tremenda desgracia, porque aquí no hay contrapesos al Gobierno de Sánchez y sus comités de científicos inexistentes. Aquí, a la desidia procesista de la Generalitat, que no ve nada más que la contumacia en proseguir publicitado la independencia, deben ustedes añadir la negligencia de la izquierda colauita y pesecera, que solo es capaz de pintarrajear el asfalto barcelonés con unos misteriosos signos que recuerdan más a los extravagantes dibujos psicodélicos de las checas que a cualquier indicación de tránsito.
En Cataluña se vive al margen de la ley y del sentido común hace demasiados años. No es novedad que pueda suceder cualquier barbaridad, que se cometan los más variados atropellos o que se vulneren las garantías de personas e ideas. A los que les indigna que Iglesias lleve una mascarilla republicana y no se digne a devolverle el saludo al Rey les recuerdo que, desde que empezó este tenebroso asunto del proceso, no hay presidente de la Generalitat que atienda y reciba a su majestad, que Pujol ya no acudía al desfile del doce de octubre, que la antigua Convergencia se negaba a participar en negociaciones de tipo autonómico, buscando siempre el chantajismo caciquil que se pretende ocultar bajo el concepto de bilateralidad.
Ya lo ven, aquí estamos mucho más perdidos que ustedes, que me leen desde cualquier otro punto de la nación. En las Vascongadas, al menos, los separatistas de traje, corbata, misa diaria y sonrisita con los muchachos atolondrados portadores de una nueve milímetros, han hecho crecer la economía; en Cataluña, sus émulos la han hundido sin esperanza. Peor, han hundido la convivencia, han degradado las instituciones, han sepultado el Seny catalán, han dividido la sociedad en dos bloques sin posibilidad de soldadura, han secuestrado medios públicos, fiestas que deberían ser de todos, policías que deberían estar para que se cumpla la ley y no las órdenes de tal o cual político, en fin, lo han destruido todo, borrachos de soberbia y egoísmo racista.
Porque, si les quitas el discurso victimista, lo que queda en pie es la extrema derecha pura y dura, basada en la exclusión de todo aquel que no piense como ellos
Porque, si les quitas el discurso victimista, lo que queda en pie es la extrema derecha pura y dura, basada en la exclusión de todo aquel que no piense como ellos. Es esta Cataluña en la que se cuelgan en los puentes de las autopistas efigies de políticos constitucionalistas, del rey incluso, para reencontrarlos luego en comisarías de los Mossos sin que sepa muy bien qué hacen ahí. Es la Cataluña que quema fotografías del rey mientras los fanáticos cantan Si el rei vol corona, corona li darem, que vingui a Barcelona i el coll li tallarem, la que presenta a los CDR como angelitos víctimas de las cloacas del Estado, la que tiene una televisión que todavía nos debe un documental serio acerca de los Pujol y el tres por ciento, la que hace arder en Olván, municipio del Berguedá, la escultura de Don Felipe que se expuso el año pasado en ARCO y que nadie quiso comprar porque, aparte de que valía doscientos mil euros, se exigía al comprador que la quemase antes de un año. Sus creadores, Santiago Serra y Eugenio Merino, han optado por hacerlo ellos mismos. Ahora venden el vídeo de la ignominia, las cenizas, las fotografías y la calavera que ha quedado. “Hemos completado el proyecto artístico”, dicen.
Un lugar donde quemar la efigie de un ser humano se considera arte está irremediablemente perdido. La primera libertad que pierden las sociedades es diferenciar el bien y el mal. La libertad de espíritu que, al desaparecer, hace que se propague la obligación del odio. Sí, Cataluña está perdida.