Los nuestros empezaron hace tiempo, pero los suyos lo hacen ahora. Se equivocan quienes suponen que al Gobierno le erosionan temas como las subidas de las cotizaciones sociales -ya se encargó de que recaigan en su mayor parte sobre los empleadores- o las limitaciones a los precios del alquiler. Todo eso le retroalimenta. Centrado como está en su impacto electoral, tampoco le preocupan lo más mínimo que el déficit público esté desbocado y la deuda aumente 18.000 millones de euros en un solo mes. Ni se inmuta por el hecho terrible de que, sin el apoyo entusiasta del BCE estaríamos más quebrados que Lehman Brothers y Rumasa juntos. Pregunte en la calle y verá que todo eso no se entiende y a nadie le preocupa, porque nadie sabe cómo le afecta. Ya puestos, ni siquiera le preocupan demasiado los datos del paro, pues ha tejido un sistema enfocado a proporcionar ayudas -ya sabe, aquello tan bonito de que ‘nadie se quede atrás’-, que es lo fácil, mucho más que a proveer de empleos suficientes, que es lo difícil. Por eso juega con tanta inconsciencia con el SMI, las cotizaciones y la reforma laboral.
Pero hay cosas que sí le preocupan, porque sabe que sí le erosionan. Una de ellas es Cataluña, pero hoy no hablamos de eso. Hoy hablamos del inicio de una serie de protestas, en el campo, en el metal y en el transporte, que no han hecho más que empezar, pues se van a generalizar a todos los sectores y que todas tienen su origen y vienen motivadas por la inflación desbocada. A unos no llega el salario para pagar la cesta de la compra y a otros no les llegan los precios de venta para cubrir los costes de producción. Y eso sí que es grave, porque las protestas son muy populares, se entienden y se comparten. En un sitio o en otro, pero todos compramos algo y todos constatamos que los precios han subido muchísimo y sospechamos que van a subir más en el próximo futuro.
No se trata solo del coste de la energía -que también y de manera principal-; se trata del precio del pescado, de las frutas y las legumbres y, en general, de toda la cesta de la compra. Y a quienes los producen les han subido a su vez los fertilizantes, el gasóleo, las semillas, los pesticidas y… el resto. Ahí si le duele, porque ahí estamos todos, sus militantes, sus votantes, sus simpatizantes y sus adversarios. ¿Que qué va a hacer? Sacar la muleta y ponerse a dar pases, mendigar a Bruselas para que le dé ayudas que, si no curan, al menos alivian y cambiarle el nombre al Valle de los Caídos que, como usted comprenderá, es un asunto mucho más importante, además de más urgente. Ni comparación, oiga…