- El recurrente victimismo, la identificación de lo español con lo abusivo, retrógrado, agresivo, en fin, el odio a lo español, permanece en un sector no pequeño de esta sociedad vasca.
El pasado día 20 de enero publiqué un tuit que se hacía eco de un titular de la prensa del día: «Cien escritores vascos firman un texto de apoyo al ex jefe de ETA Mikel Antza. (Entre los escritores, dos premios Nacionales de Literatura: Miren Agur Meabe y Kirmen Uribe)».
Seguido añadía: «No te pierdas escuchar a Kirmen Uribe, en Bajo el silencio». E inserté un vídeo con una edición de dos minutos de la entrevista que se hizo al escritor Kirmen Uribe para mi película «Bajo el silencio» en 2020.
El tuit ha tenido 657.000 impresiones (veces que ha podido ser visto por los usuarios) y el vídeo 203.000 visualizaciones. También ha tenido 612 comentarios.
No me he podido dedicar a leerlos todos ni mucho menos, pero diría que la gran mayoría son muestras de indignación o casi de incredulidad por la actitud del escritor en la entrevista y análisis o interpretaciones sobre lo que significa esa misma actitud.
Entre las «opiniones» menos favorables, pueden imaginarse que hay comentarios insultantes, naturalmente, para unos «soy facha» (creo estar encasillado en ese concepto desde hace ya muchos años), al parecer solo por el hecho de haber reproducido un titular de prensa con una información: escritores que apoyan a un terrorista. No hay en mi texto ninguna opinión personal. Da lo mismo. Otros comentarios tienen como denominador común la misma evasión que el entrevistado, para no hablar del presente o el pasado reciente (terrorista), se apela a retorcidos e irreconocibles, por desgastados, fantasmas del pasado lejano.
Esto no es muestra estadística, lo sé. Pero la realidad que se palpa, sobre todo en «el norte» (Euskadi y Navarra) en la actualidad, se enmarca en ese ámbito de las fantasías dañinas o aún algo peor. El recurrente victimismo, la identificación de lo español con lo abusivo, retrógrado, agresivo, en fin, el odio a lo español, permanece en un sector no pequeño de esta sociedad vasca y coincide, precisamente, con los que más hablan, y sin descanso, de paz y reconciliación.
Hace años que en Alemania se sabe que en los comentarios que los lectores escriben bajo los artículos de la prensa online y generan discusión política, basta con tres intercambios de pareceres para que aparezca el nazismo, la acusaciones de nazi como descalificación, etc. Da la impresión de que ocurre algo parecido en cuanto al «tema vasco» aquí en Euskadi. No hay asunto relacionado con el terrorismo de ETA, aunque lo sea de la manera más indirecta imaginada, que no suscite la aparición de la guerra civil, de Franco, del GAL, de la monarquía elegida por el dictador, la opresión del euskera y así. En fin, odio latente basado en afrentas inexistentes. He dicho inexistentes, lo que me lleva directamente a ser un traidor para toda esta gente «ultra» nacionalista. De entrada esta denominación de ultranacionalista ya les saca de sus casillas. Palabra maldita por aquí, pero seamos claros, no hay otro partido, organización o plataforma que realmente merezca de manera más precisa el tratamiento de «ultra» que todo lo vinculados a ETA. No hay discusión, nadie en el presente tiene la agenda de los últimos 40 años tan llena de fechas sangrientas. Pero ahora lo que no quieren es que tengamos memoria de lo suyo. Entiendan que no son capaces de herirme, mucha autoridad ética (tampoco intelectual) no tienen, qué quieren que les diga.
Peores, más retorcidos, son los «expertos» del Gobierno Vasco encargados de inyectar el argumentario a modo de informes maravillosos, siempre «sanadores», para enseñarnos a convivir «entre diferentes». Informes infectados de «basura floreada» (© L.E. Aute) en los que emergen conceptos y expresiones tan elaborados como simpáticos: encuentros del testimonio moral de las víctimas con el del terrorista, más encuentros restaurativos para la comunicación entre víctimas y victimarios, procesos de reconciliación para superar agravios, sospechas, rechazos, prejuicios, malentendidos y/o sentimientos negativos acumulados; construcción de foros de encuentro, espacios o procesos de reflexión para una sociedad reconciliada que elimine las tentaciones de banalizar el trauma vivido u olvidarlo o de devolver a los victimarios los golpes recibidos, todo esto destinado a emprender el camino de retorno.
Mucho espacio, mucho encuentro, mucho proceso, camino… Todo esto debe ser para «pintarles de blanco la casa a los agresores» como dice Fernando Aramburu.
Se han ido rebajando tanto las exigencias al mundo terrorista a base de soluciones políticas camufladas de intereses espurios que la traducción es: dejarles hacer y a ver qué pasa. Como se les pidió que dejarán de matar y lo han dejado: pues ya está. Ahora va uno, se quita la capucha y pasa a ser dirigente de Bildu (Sortu o lo que sea) y sin rubor. No hay ni manifestaciones de repulsa. Quiero imaginar qué pasaría al ver a Amedo, por ejemplo, en unas listas del Partido Popular. Por ejemplo. Y la comparación ya me parece bastante asimétrica.
«El terror es la esencia de la dominación totalitaria», dijo Hannah Arendt. Pero claro, como el terror ahora ya no se lleva, el totalitarismo se convierte en totalismo (ideología, movimiento de regímenes políticos donde la libertad está seriamente restringida y las instituciones ejercen todo el poder sin divisiones ni restricciones) cuyo concepto nos pilla a traición en una tontorrona seminconsciencia psicodélica post covid.
El trabajo de abrirnos camino entre imbéciles morales no es poca cosa. La cantidad de ciudadanos que se ha radicalizado de manera autodidacta no es despreciable. A saber si es un proceso irreversible. Lo que hacen falta son buenos ejemplos y tampoco abundan en nuestro panorama político o social actual. Los hay, no seamos pesimistas, y serán pocos, pero busquémoslos porque en esas tierras raras debe encontrarse el material estratégico para nuestro futuro.
Me dicen que mi película Bajo el silencio es demoledora pero significa: el mundo sigue. No otra cosa. Aunque sea horrible, unos callan, otros se esconden ¿Por qué no va a seguir funcionando todo? ¿Que no gusta? Al menos no aplaudamos.
«Veréis maltratados los inocentes, perdonados los culpables, menospreciados los buenos, honrados y sublimados a los malos,…», Fray Luis de Granada (1504-1588).