- «Hay una cosa segura: para tener éxito, la Fed tendrá que provocar muchas más pérdidas a los inversores en acciones y en bonos de las que ha provocado hasta el momento»
Este miércoles se publicaron las actas de la reunión que la Reserva Federal mantuvo el pasado mes de marzo. Ya sabíamos que, al menos en el plano discursivo, el banco central había adoptado un tono bastante duro en cuanto a la senda de normalización de la política monetaria que tenía pensado seguir: tipos de interés cercanos al 2% a finales de este año (aunque ayer mismo James Bullard elevó la cifra hasta el 3,5%), así como una importante reducción del tamaño de su balance que quedó, no obstante, pendiente de cuantificar. Pues bien, en las actas ya hemos accedido a una primera estimación (no definitiva) de cuánto piensa minorar cada mes el tamaño de su balance: 95.000 millones de dólares (60.000 millones menos de deuda pública y 35.000 millones menos de deuda hipotecaria)
¿Y por qué razón quiere la Fed reducir el tamaño de su balance? Pues porque, como ya dijimos, las subidas de tipos de interés que ejecuta son únicamente subidas de los tipos de interés a corto plazo, pero para enfriar la economía también ha de elevar los tipos de interés a largo plazo, que son los que ejercen una influencia más directa sobre el gasto a crédito de familias, empresas y gobiernos. Se trata, por consiguiente, de restringir el acceso al crédito del sector no financiero para contener su nivel de gasto y, por esa vía, limitar el impacto sobre los precios.
Pero no se trata solo de eso: como también explicamos en su momento, un incremento de los tipos de interés a largo plazo tendrá el efecto de contener o de desinflar el precio de los activos, tanto inmobiliarios como financieros. Si la solicitud de hipotecas se contrae (y ya lo ha hecho un 40% desde máximos, después de que los tipos hipotecarios a 30 años estén rondando el 5%), la demanda de vivienda se reducirá y, por tanto, los precios de los inmuebles tenderán a caer. Lo mismo acaecerá con el precio de las acciones: no solo porque mayores tipos de interés tiendan a contraer la inversión agregada y, por tanto, los beneficios agregados del sector empresarial, sino también porque aumentará el tipo de descuento al que se estima el valor actual de esos títulos financieros
Ahora bien, no pensemos que ese pinchazo bursátil e inmobiliario será una consecuencia no deseada de la política monetaria desinflacionista de la Fed. Al parecer, los banqueros centrales están comenzando a tomarse en serio el riesgo inflacionista (o eso nos dicen) y, para contrarrestarlo, van a buscar deliberadamente una contracción del precio de los activos con la que generar un efecto riqueza negativo que sea percibido, además, como permanente por la población. En palabras del expresidente de la Fed de Nueva York William Dudley: “Hay una cosa segura; para tener éxito, la Fed tendrá que provocar muchas más pérdidas a los inversores en acciones y en bonos de las que ha provocado hasta el momento”.
Y es que las expectativas de subidas de tipos de interés a corto no se están trasladando en subidas de tipos a largo porque los agentes económicos esperan que estos incrementos de los tipos a corto terminen doblándole el pulso a la Fed y forzándola a que revierta la senda alcista (ya sea porque los mayores tipos a corto terminen provocando una recesión y la Fed baje tipos para contrarrestarla o porque terminen provocando un ‘minicrash’ bursátil y la Fed baje tipos para contener el desplome), de modo que la restricción de las condiciones no está trasladándose del todo a la economía real. Para hacerlo, la Fed ha de persuadir a los inversores de que la subida de tipos no es temporal, sino que será permanente caiga quien caiga: y quien tiene que caer, a su entender, es la riqueza personal autopercibida por el conjunto de estadounidenses.