Francia, en marcha hacia la tercera vuelta
- Macron tendrá que componer un ejercicio de diálogo permanente y de firmeza para afianzar el bloque central republicano
Al final, 58,5% contra 41,5%. Ese fue el resultado de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas del pasado domingo. El resultado del vencedor, Emmanuel Macron, contra la candidata derrotada, Marine Le Pen. Una diferencia de 17 puntos sería contemplada en cualquier lugar como una amplia ventaja. De hecho, los sondeos previos quedaron desbordados, prácticamente ninguno arrojaba más de 13 puntos de ventaja a Macron sobre Le Pen.
Y sin embargo son unas elecciones que, al tiempo que nos alivia en su resultado, nos previenen de riesgos futuros que se ciernen sobre Francia. La victoria de Macron es una victoria sin impulso, sin fuelle. Una victoria que se va quedando cada vez más corta cuando la extrema derecha pasa a la segunda vuelta. Si en 2002 Jean Marie Le Pen obtuvo el 18% de los votos; si en 2017, Marine Le Pen obtuvo el 34% de los votos, esta vez ha cruzado ya la frontera del 40% de los votos. Ha sido la victoria del tercio del hipercentro republicano encabezado por Macron, frente al tercio de la extrema derecha comandada por Marine Le Pen o el tercio de la extrema izquierda liderada por Mélenchon. En suma, la constatación de tres espacios electorales para Francia.
Son las elecciones que han visto caer por tierra a las fuerzas centrales que dieron vida al paisaje político de la quinta república: el centro derecha de Los Republicanos –partido de filiación neogaullista y chiraquista- y el partido socialista de François Mitterrand, Michel Rocard y otros líderes.
Tres Francias que se miran de espaldas entre sí y de las que no se alcanza a entender cómo puede establecerse una variante de diálogo entre ellas
Una nación fragmentada por múltiples fronteras, la de los territorios, la del desclasamiento, la de la pérdida de poder adquisitivo –auténtico eje central de esta campaña presidencial-, entre otros. A su vez, el extremismo de derecha o de izquierda, o los nacional populismos a derecha o a izquierda, que se han lanzado sobre el centro republicano de Macron, a su vez percibido como un presidente arrogante y de las élites. En suma, tres Francias que se miran de espaldas entre sí y de las que no se alcanza a entender cómo puede establecerse una variante de diálogo entre ellas.
Y así, terminadas las elecciones presidenciales el domingo pasado por la noche, daba comienzo inmediatamente la tercera vuelta electoral: las elecciones legislativas que se celebrarán los días 12 y 19 de junio próximo. Así lo anunciaron la candidata vencida Marine Le Pen, que señalaba la necesidad de convertir esas elecciones legislativas en una revancha de las presidenciales. No muy lejos en el lenguaje, así lo señalaba también el líder de la Francia insumisa Jean Luc Mélenchon, aspirando expresamente al puesto de primer ministro. Es decir, en cierto modo una reedición de la batalla de las presidenciales.
De nuevo, las tres Francias enfrentadas de forma irrevocable entre sí. Por dónde aspira a crecer el electorado de Marine Le Pen, los acuerdos que pueda alcanzar con el ultraderechista Zemmour, como horadar más todavía el espacio de Los Republicanos. Lo mismo en cuanto a la extrema izquierda de la Francia insumisa de Mélenchon: cómo crecer a costa de los ecologistas, los comunistas, y los restos del partido socialista (1,7% de votos en la primera vuelta, es decir, poco más de 600.000 votos en toda Francia). Todo eso, las alianzas electorales, lo vamos a ver en los próximos días o semanas.
Una cohabitación como ya protagonizó en su día el presidente Mitterrand con el centro derecha y posteriormente el presidente Chirac con los socialistas
Y queda la figura central del ganador de las elecciones presidenciales, Emmanuel Macron, que tendrá que componer un ejercicio de diálogo permanente y de firmeza para afianzar el bloque central republicano que él encarna en esas elecciones legislativas.
Sabemos, lo dicen los sondeos, que más de un 50% de franceses prefieren una cohabitación después de las legislativas. Una cohabitación como ya protagonizó en su día el presidente Mitterrand con el centro derecha y posteriormente el presidente Chirac con los socialistas. Lo que ocurre es que si los números dieran para una cohabitación, es sencillamente impensable qué carácter tendría: cómo se entendería una república presidida por un líder centrista, Macron, frente a un gobierno presidido por los nacional populismos de derecha o de izquierda. Probablemente una cohabitación en tales términos pondría en jaque el quinquenio iniciado este pasado domingo con la victoria en las presidenciales del candidato Macron. Antes que cualquier cohabitación de esas características, será siempre preferible una mayoría parlamentaria a cargo de Macron. Es, por de pronto, la que suscita, de largo, más confianza en la unidad europea, en el propio eje franco alemán.
Y, además, es la que permitiría con mucho diálogo social, con mucha atención a las preocupaciones de la gente, a sus precariedades, a sus dificultades, crear un gran bloque republicano central que pueda dar la batalla electoral dentro de cinco años, cuando se celebren las próximas elecciones presidenciales. No podemos pensar que, de nuevo, los extremismos de derecha o de izquierda, los nacional populismos también de derecha o de izquierda que finalmente dividen y fracturan un país puedan encontrarse otra vez en condiciones de librar una batalla con perspectivas de éxito para alcanzar la presidencia del país. Sería, en tal caso, un fracaso para Francia, y con ello para el devenir democrático de toda Europa.