Irene gana a Pedro
El Cabildo de Gran Canaria (PSOE, Ps y NC) quiso prohibir una de las mesas redondas del Congreso ‘Mujer y Deporte’ en la que se defendían las categorías deportivas femeninas a la luz de la Ley Trans, lo que ha llevado a las organizadoras a suspender el Congreso.
Dos de las censuradas, la abogada Aguiar y la doctora Redondo, no ven la razón de que se quiera excluir la mesa redonda en la que iban a participar por tener posiciones críticas respecto a la ley trans, y con razón. La autodeterminación de género es una amenaza letal para el deporte femenino. No solo. Tal como señalaba la miembro del Consejo de Estado, Amelia Valcárcel, “podría afectar a la misma forma de Estado”. El abogado Utrera-Molona ponía un ejemplo en su cuenta de Twitter: “Digo yo que si se aprueba la Ley Trans y la infanta Sofía decidiera cambiar de sexo, pasaría a ser la primera en el orden de sucesión al trono en virtud del artículo 57 de la Constitución”.
Un carajal, algo que solo puede concebirse en la desordenada cabecita de Irene Montero. El problema es que esta discapacitada criatura, la menos capaz de los 22 que acompañan a Pedro Sánchez, haya sido capaz de doblarle el pulso al presidente del Gobierno, que no es gran cosa, intelectualmente hablando, ya establecí en esta columna el 4 de mayo de 2020 que es un mentiroso, un psicópata y un necio, las tres cosas con apoyatura de la RAE. Pero es que en el Gobierno no manda él. Al menos no en todo el Gobierno. ¿Recuerdan ustedes de lo que hemos leído sobre la predisposición de Sánchez de acordar con el PP enmiendas que harían de la Ley trans algo tolerable? No era posible y el presidente del Gobierno tiene menos cuajo que su ministra vigésimosegunda. Era gracioso leer a Esther Palomera (qué mal lo tuvo que pasar esta mujer en La Razón) su crítica a Núñez Feijóo, por censurar la incapacidad presidencial para coordinar el Gobierno por no poder cesar a los ministros de Podemos. Esther no concebía esa razón: “¿Quién le ha dicho a Feijóo que un presidente, gobierne en solitario o en coalición, no puede cesar a alguno de sus ministros?” Podemos, se lo ha dicho Podemos. Sus seis ministros (Iglesias, Díaz, Castells, Garzón, Belarra y Montero) eran desecho de tienta, lo peor de los 22 y sin embargo, Sánchez, mano de hierro con los ministros socialistas más potentes, jamás se atrevió a tocar a uno podemita. El presidente es un grande desmañado que se acoquina ante el pequeño cargado de rencor y determinación.
El que echa un pulso al estado lo pierde, dijo Rubalcaba cuando el lío de los controladores. Análogamente podríamos decir que lo mismo le pasa a quien se atreve a retar al socio más poderoso del Gobierno, salvo que éste opte por rendirse ante el chiquitín (o la chiquitina) que le tiene cogido por salva sea la parte.
El presidente está en una encrucijada problemática y su prioridad es tratar de evitar que las diputadas socialistas puedan llegar a votar las enmiendas del PP, aunque no parece muy probable. Si la esencia del partido, el mismísimo Felipe González, ha admitido el papelón que le adjudicaron sus dos continuadores, ¿qué se puede esperar de unas feministas sin graduación?¿Recuerdan cuando Alfonso Guerra amenazó con cepillar el Estatut con sus 40 diputados adictos? No hubo ni uno. Pues eso.