“Vox nace de unas circunstancias que ya no existen”. “No veo ventajas para España en que Le Pen estuviera en el Gobierno”. “Hay que dar a Feijóo una mayoría como la mía”. Estas son algunas de las sentencias que José María Aznar, expresidente del Gobierno y del PP y padre político de Santiago Abascal e involucrado de lleno –al contrario que Mariano Rajoy– en llevar a Feijóo a la Moncloa, repite constantemente desde hace meses.
El mensaje de Aznar contra Vox y Santiago Abascal está en perfecta sintonía con lo que busca Alberto Núñez Feijóo tras el 23-J, si es que estos días no descarrilan más las negociaciones con Vox en las que el PP tiene que “soplar y sorber” al mismo tiempo en cinco Comunidades.
En una, Valencia, ha habido acuerdo (“demasiado rápido y dando demasiado a Vox”, dicen algunos barones territoriales del PP); en otras dos, el acuerdo está cerca (Baleares y Aragón); en Murcia está congelado a la espera de las generales y en Extremadura, Feijóo cumplió lo que Vozpópuli adelantó hace semanas: alguien debería inmolarse para ‘demostrar’ que el PP no está en manos de Vox y que Feijóo no lo estará de Abascal para llegar a Moncloa.
La evolución de la relación de Aznar con Abascal refleja muy bien la encrucijada actual en la que se encuentran las dos fuerzas de la derecha. Aznar era el padre político de Santiago Abascal cuando éste se rompía la cara y se jugaba la vida en los peores años de plomo de ETA. Aznar, en la reedición de 2005 de la tesis de Abascal, le definía como “un hombre libre, un hombre que ante la injusticia, la mentira y la indiferencia, no opta por la resignación o por el desistimiento”. Abascal era entonces presidente de NNGG del PP vasco y diputado autonómico.
Aznar y Abascal, juntos contra Rajoy
Tras cuatro años de Mariano Rajoy al frente del PP, Abascal se posicionó claramente en contra del gallego y fue uno de los impulsores de la enmienda del Congreso de Valencia de 2008 que debía dar un golpe interno en el PP en la figura de una Esperanza Aguirre que, finalmente se rajó. Y Abascal y Aznar quedaron en el mismo bando: contra Rajoy, uno de desde la Fundación Denaes y el otro desde FAES, donde cargaban contra “la pérdida del ADN del PP”. Abascal, incluso, llegó a abrir las puertas de Vox a Aznar cuando se fue del partido.
Sin embargo, todo cambió cuando las elecciones andaluzas de 2018 convirtieron a Vox en un rival político del PP de Pablo Casado, otro hombre de Aznar. Y éste –y el PP- dejó de ver a Vox como un instrumento para lograr algo y lo percibió como una amenaza, sobre todo, cuando el PP estaba en manos de uno de los suyos (podía volver a extender su influencia en el partido) y en sus horas más bajas de la historia tras la moción de censura. Y Aznar torció el bigote y llegó la ruptura: “A mí nadie me dice a la cara derechita cobarde porque no me aguanta la mirada”, amenazó Aznar en un mitin en Valencia.
Abascal, tras ser visto como una amenaza para el PP, dejaba de ser “ese chico lleno de cualidades” para convertirse en un incómodo Le Pen. “Feijóo necesita llegar al Gobierno sin ataduras”, con “una mayoría como la mía” y “construir un centro político atractivo que arrastre”, decía en 2021. Censuró a Mañueco su pacto en Castilla y León y se puso manos a la obra a la tarea de aupar al gallego en solitario a la Moncloa.
Feijóo, como Aznar y todos los demóscopos serios, tiene muy claro que la derecha no podría alcanzar nunca La Moncloa con tres partidos.
Caído Cs, la mayoría absoluta del bloque de centro derecha está garantizada porque así lo muestran las encuestas desde hace meses. Pero el PP quiere más: un “marco estable” y “una mayoría suficiente”, según fuentes de la dirección nacional, que les permita “afrontar todos los desafíos económicos, institucionales y en la calle que tendremos en otoño”. Y que, según las mismas fuentes, serían prácticamente “imposible gestionar” con un socio “como Vox, como se está viendo en las negociaciones autonómicas”.
Justo lo mismo que dice Abascal: que tienen que “negociar con 17 PP” y que no es posible “que nos insulten y nos demonicen y que luego nos exijan el apoyo sin más. Va a ser que no”.
Feijóo y el PP saben que deberán acometer toda una serie de medidas económicas en otoño cuando la situación real del país muestre su verdadera cara; que deberán intentar desmontar toda la ocupación institucional –Fiscalía, CGPJ, TC, INE, CIS, etc– que han traído estos cinco años de Gobierno de coalición y que, además, deberá hacerlo con una calle caliente. “Todo lo que no se han movido los sindicatos, lo harán ahora”, insiste una fuente del PP madrileño que ha visto cómo las mareas blancas se movían contra Ayuso y callaban en otras CCAA.
Abascal, tras ser visto como una amenaza para el PP, dejaba de ser “ese chico lleno de cualidades” para convertirse en un incómodo Le Pen. “Feijóo necesita llegar al Gobierno sin ataduras”, pasó a decir Aznar
Y en el PP saben que el mantra que desde la derrota rojimorada del 28-M se repite una y otra vez por la izquierda es que Feijóo llevará “al fascismo a la Moncloa”. Es cierto que algunos perfiles de Voxl –como los presidentes de las Cortes de Aragón y Baleares-, no ayudan precisamente. Y que las purgas –negadas una y otra vez por el propio Abascal– en las listas para el 23-J de donde han desaparecido caracterizados liberales como Sánchez del Real o Rubén Manso en detrimento del círculo de Jorge Buxadé han roto el equilibrio entre familias –otra vez negadas por Abascal- que éste mismo siempre había mantenido dentro de Vox, evitando que una se impusiera sobre las otras.
Y aquí entra de nuevo Extremadura y la apelación al voto útil, con el cálculo –o la esperanza- de Génova de que suceda como en Andalucía cuando Juanma Moreno consiguió la absoluta: que los votantes de Vox, al menos los renegados del PP, entiendan que lo que se juega el 23-J (echar al “amoral de Sánchez”, Albert Boadella en Vozpópuli) es tan importante que vuelvan “a la casa común del centro derecha”. Y, confían en Génova, si se lo pide Aznar, quizá se lo piensen.
Pero, por si no es así y el 24-J Feijóo sigue dependiendo de los votos de Abascal porque “los 160 escaños del PP son ciencia ficción”, estaría bien que PP y Vox no dinamitaran todos los puentes y acabaran negociando sin complejos. Porque millones de españoles asisten anonadados a una bronca con un único beneficiado: Pedro Sánchez.