LUIS R. AIZPEOLEA-EL PAÍS

Las derechas siguen teniendo muchas dificultades en Euskadi. De los 18 escaños en juego, Vox no ha logrado ninguno y el PP sólo ha obtenido dos, un resultado ligeramente mejor al de las anteriores elecciones generales cuando Pablo Casado lo lideraba y muy lejano de los tiempos de Aznar y Rajoy. En Euskadi el efecto Feijóo apenas ha calado. El temor a un PP, dispuesto a pactar con Vox, que pretende ilegalizar las formaciones nacionalistas y amenaza un autogobierno del que se sienten orgullosos la inmensa mayoría de los vascos, sean nacionalistas o no, ha logrado una importante movilización contra las derechas. De tal modo que 16 de los 18 escaños vascos se sumarán para lograr una mayoría progresista en España.

La polarización ha beneficiado al PSE-PSOE que ha ganado las elecciones generales en Euskadi, alcanzando sus mejores resultados desde 2008 y ha concentrado el voto útil para frenar a las derechas. Asimismo, han obstaculizado el sostenido avance de EH-Bildu. Ambos se han repartido una parte del voto procedente de Podemos, que ha representado Sumar, y del PNV.

EH-Bildu sigue rentabilizando su reconversión moderada al arrinconar las reivindicaciones identitarias en favor de las sociales. Su presencia en el Congreso dónde su colaboración con el Gobierno en una época difícil —turbulencias económicas, covid y guerra de Ucrania— también le ha granjeado simpatías en Euskadi en contraste con el obstruccionismo derechista. Finalmente, la sobreactuación derechista identificándole con ETA, once años después del final del terrorismo, eludiendo su reconversión, le ha repercutido en una movilización reactiva.

En clave nacionalista, Bildu sigue cercando al PNV en la lucha por la hegemonía. Su impulso en las elecciones municipales —quedó a 2,5 puntos del PNV y ahora a menos de dos— se consolida en estos comicios y puede convertirse en primera fuerza en las autonómicas de 2024. El PNV viene sufriendo un serio desgaste. Los servicios públicos, como la sanidad pública y la educación, han tenido un fuerte deterioro. Al PNV le perjudica, además, la demografía. Su voto pierde peso a favor de Bildu y PSE en las franjas intermedias —de 35 a 65 años— y sólo es hegemónico en los mayores de 65.