EDITORIAL-EL ESPAÑOL

El viaje de Volodímir Zelenski a Madrid tiene un valor político, diplomático, económico y militar excepcional. El acuerdo bilateral de seguridad firmado junto a Pedro Sánchez implica, de entrada, el suministro de armamento made in Spain por valor de 1.129 millones de euros para Ucrania, un desafío inusual para nuestra industria.

Además, incluye el compromiso a largo plazo de España con la defensa y la reconstrucción de un país candidato a la entrada en la Unión Europea en un momento en el que el Kremlin ataca con una fuerza renovada.

Primero, motivado por el año de retrasos y bloqueos en los suministros occidentales a Ucrania, que han debilitado sus defensas antiaéreas y desbaratado cualquier posibilidad de contraofensiva.

Segundo, espoleado por el envío incesante de drones, misiles y munición de Irán y Corea del Norte en cantidades muy superiores a las entregadas por los europeos a la resistencia.

Da cuenta de la importancia histórica de la jornada que Felipe VI recibiese al líder de la resistencia ucraniana en el aeropuerto. La última vez que el rey lo hizo fue con el presidente estadounidense Joe Biden en 2022.

Zelenski supo agradecer el apoyo imperfecto, pero constante, de España a la causa. «Ustedes», dijo en rueda de prensa, «no se mostraron indiferentes cuando los misiles rusos comenzaron a destruir a nuestras ciudades y pueblos y a matar a nuestros niños».

El presidente ucraniano enfatizó que las baterías antiaéreas son particularmente decisivas cuando Rusia emplea más de 3.000 misiles mensuales contra sus plantas de energía, sus presas y sus ciudades.

Luego advirtió que la dimensión del horror en su país no es suficiente para desarticular las inclinaciones ingenuamente pacifistas u originalmente prorrusas de cierta izquierda occidental.

Zelenski, en fin, se encontró en España con el desprecio de los representantes de cinco partidos de la llamada «mayoría progresista». En primer lugar, del socio de coalición del PSOE, Sumar, que protestó ante la aprobación unilateral por parte de Sánchez del paquete de ayudas, instándole a someterlo a votación en el Congreso.

Por otro lado, EH Bildu, BNG, ERC y Podemos, que se negaron a recibirle en un gesto que, guste o no, delata su posicionamiento en la guerra provocada por la invasión de una joven democracia con inclinaciones proeuropeas por una potencia nuclear y neofascista como la Rusia de Putin.

Es significativo que los veinte diputados de estas formaciones, necesarios para sostener la legislatura de Sánchez, adopten una postura que no sólo lleva la contraria al partido mayoritario del Gobierno y al principal partido de la oposición, sino también a la voluntad abrumadoramente mayoritaria de los españoles.

Una vez más, los españoles vieron cómo Sánchez está dispuesto a soportar cualquier escenificación antidemocrática y proautoritaria de sus socios antes que pactar o coincidir en una votación parlamentaria con el PP.

También comprobaron de nuevo los españoles que el presidente puede tejer una mayoría suficiente en el Congreso para continuar en la Moncloa, pero que esa frágil mayoría no es representativa de la voluntad general.

Es decir, hay una mayoría a favor de Ucrania, pero no es la que respalda a Sánchez. De ahí que sea el PP, que sí está de acuerdo en sus objetivos, el partido con el que el PSOE debiera pactar su política exterior.

Con este acuerdo de seguridad, España se alinea con otros países, como Francia o Reino Unido, comprometidos de palabra y obra con la libertad y la paz en Ucrania. Y lo hace en un momento decisivo. Habrá quien considere que esta guerra es regional o territorial, y quien desee que Zelenski firme rápido la rendición de su país.

Pero es importante que estas visiones sigan siendo minoritarias. Que la presión no recaiga sobre Ucrania, sino sobre Rusia. Y esto último, lamentablemente, sólo es posible en la actualidad mediante el uso de la fuerza.

Las autocracias están desafiando el orden liberal y nuestras democracias están en juego. Y Ucrania es el principal campo de batalla en esta guerra.

Si pierde, la derrota enviará un mensaje muy tentador no sólo a Rusia, sino también a China, Irán y otros. Conviene que los europeos estén al corriente de este peligro para no dejarse seducir por lobos disfrazados de pacifistas.