Ignacio Camacho-ABC

  • La clave de la moderna comunicación política no consiste en controlar los telediarios sino en dirigir el espectáculo

En el duelo de audiencias entre David Broncano y Pablo Motos sólo falta que las cadenas pongan un marcador simultáneo como en los tiempos de la prima de riesgo. Ha habido días de esta semana en que los medios analizaban las cifras con la seriedad con que Simón el Embustero escrutaba las estadísticas de muertos durante el confinamiento. La realidad es que da igual quién gane el reto porque el plan de Televisión Española –es decir, del Gobierno– ya ha surtido efecto. Su objetivo no era sobrepasar a Motos por unas décimas de ‘share’ sino crearle competencia, introducir en la hora de más consumo un discurso alternativo que le diese réplica con similitud de estilo, formatos y temas. Neutralizar su influencia por el procedimiento de imitar su oferta.

Ni siquiera hace falta que Broncano –cuyo fichaje fue decidido, ordenado o sugerido en Moncloa se ponga el interesado como se ponga– entre de lleno en la batalla ideológica. El presentador es lo bastante inteligente para saber que llega con esa impronta y para procurar sacudírsela al menos por ahora. Basta con desafiar al rival en el terreno del entretenimiento para obligarle a relegar la crítica política en un esfuerzo por no perder comba. El sesgo ya llegará; de momento lo que importa es desactivar la bomba que cada noche reventaba las consignas oficiales con una onda expansiva demoledora. Y montar una plataforma a la que el sanchismo pueda subirse para contar su relato en tono de broma.

La clave de la moderna comunicación política no está en acaparar minutos y titulares en los telediarios. Ni siquiera en el fragor de las redes sociales, pura cámara de eco de usuarios ya adoctrinados. La gente está muy harta de políticos soltando insoportables canutazos. Los mensajes circulan mucho mejor envueltos en el celofán de la ficción, el humor y el espectáculo. Ahí es donde se divulgan bajo radar los valores dominantes que a la hora de las elecciones deciden el resultado. En ese sentido, el programa de Broncano constituye un artefacto destinado a contrapesar, y a ser posible doblegar, el liderazgo del ‘prime time’ que el oponente ejercía en solitario. Es significativo al respecto que RTVE no haya dudado en sacrificar los servicios informativos con recortes de tiempo y espacio.

La hegemonía propagandística de la izquierda tiene mucho que ver con esa atención minuciosa, obsesiva, por los detalles. La derecha, cuando gobernaba Rajoy, rescató de la quiebra a la cadena de los amigos de Zapatero, que se lo agradeció con una devastadora campaña de desgaste además de dar aire a la irrupción de Podemos y prepararle a Sánchez una pista de aterrizaje. La diferencia estratégica es aplastante, como demuestra la idea de usar dinero del contribuyente para controlar el debate que con apariencia desenfadada se cuela en los domicilios familiares para modelar marcos de opinión pública a beneficio de parte.