Eduardo Uriarte-Editores
Cuenta Alcalá Galeano en sus memorias que cuando la delegación de las Cortes de Cádiz fue a recibir a Fernando VII tras su encierro dorado -y haber pactado con Napoleón la paz unilateral de España para garantizarse su corona, por lo que España ni estuvo en el Congreso de Viena ni recibió indemnización alguna de guerra- todo el avance que había supuesto el Cádiz de las Cortes se vino abajo. El gesto del jefe de la delegación, el general Elio -que años después fuera caudillo carlista-, al descender de su caballo y besarle de rodillas la espuela al Deseado, le convenció de que aquel acto les devolvía al absolutismo y convertía la Constitución de Cádiz en un papel mojado. Efectivamente, acabó con sus compañeros liberales progresistas -ellos si eran progresistas- con sus huesos en presidio, sólo se solía salvar su compañero el general Álava, que como era amigo de Wellington le abría excepcionalmente la verja de Gibraltar.
Yo también me doy cuenta de la trascendencia política que tiene el Comité Federal del PSOE cuando la casi totalidad de sus miembros, con actitud servil y antipatriótica, orquestan los loas al líder sin que éste les dé explicaciones de nada, ni de los indultos, ni de la amnistía, ni del concierto catalán, le permitan hacer lo que le dé la gana, y aplaudan que va gobernar sin el concurso del Congreso. Otra vez la conversión de la Constitución en papel mojado al asumir la arbitrariedad y el poder absoluto de un nuevo felón que sobrepasa al primero. Sin embargo, estos de ahora se llaman progresistas. Progresistas frente a la maldad de la ultraderecha, la ultra basura según el amigo Maduro. La necesaria y aberrante difamación para levantar este absolutismo de nuevo cuño. Argumentación: tenemos que cargarnos la Constitución para que no gobierne la derecha. Bolivarismo puro. Al fin y al cabo, qué importancia tiene la Constitución, cuánta la nación.
Se podía haber deducido que la ignorancia del líder sobre lo que es una nación -el que se lo preguntaba tampoco lo sabe- le iba a conducir y facilitar su desembocadura en el facticismo de Carl Schmitt, en el autoritarismo faccioso, permitiéndole detentar el poder, según el ideólogo del nacismo, la legitimación de todo acto. Pacta con Bildu, con antisistemas, sediciosos, colabora con dictadores populistas, no informa de nada ni al Congreso, vive en medio de la corrupción, y, consecuentemente, desprestigia a la judicatura, pues ésta todavía constituye, aunque sitiada, el ultimo baluarte del estado de derecho.
No se sorprendan, los fascismos, a pesar de sus ropajes progresistas, sociales, e incluso rupturistas, fueron revoluciones conservadoras, reaccionarias. Lo mismo que el sanchismo, ese es el lugar y papel que le corresponde. Situación a la que ha accedido como consecuencia del abandono de la capacidad crítica exhibida por los socialistas en el pasado, sustituida por una adhesión servil hacia el líder y un odio cainita hacia el adversario político. Adversario necesario, compañero de viaje, si se quiere vivir en una nación de ciudadanos.
Caminamos al pasado, al pasado autoritario. Coincido con Jorge Vilches que Sánchez reina pero no gobierna, sin embargo, esto es pasajero. De acuerdo, tiene pose y comportamiento de monarca, pero en el momento en que abata los últimos obstáculos que le quedan pendientes, judicatura y parte de la prensa, reinará y gobernará con la arbitrariedad de un rey absoluto, como un Maduro. Y que no venga Alvares, tras lo dicho, a acusarme de que no condeno la dictadura franquista. Por una vez coincido con la ministra Robles en que Maduro es un dictador.