Editorial-El Correo

  • El doble ataque contra Hezbolá mediante la explosión de aparatos de comunicación agrava el riesgo de guerra total en Oriente Próximo

Cuando la guerra en Gaza está a punto de cumplir un año sin expectativas de un pronto acuerdo que permita la retirada del Ejército israelí y la entrega del centenar de rehenes aún en poder de Hamás, el riesgo de una dramática escalada que extienda el conflicto por Oriente Próximo no deja de crecer. Las explosiones de ‘walkie-talkies’ en varios puntos de Líbano que dejaron ayer al menos catorce muertos y 300 heridos representan un paso más en esa dirección tras la docena de fallecidos y en torno a 3.000 lesionados el martes al detonar de forma casi simultánea en ese país y en Siria miles de dispositivos buscapersonas utilizados por Hezbolá para la comunicación entre sus miembros. En ellos habían sido escondidas cargas para su activación a distancia mediante sofisticados sistemas. Una remesa fabricada aparentemente en Hungría para sustituir a teléfonos móviles susceptibles de ser interceptados por Tel Aviv. Se trata de dos ataques a gran escala sin precedentes, que demuestran una alta capacitación tecnológica y una información de inteligencia de primer nivel por parte de sus autores y, pese a ello, con un cierto carácter indiscriminado, que se ha traducido en numerosas víctimas civiles. Todos los indicios apuntan al Mossad israelí.

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá mañana para analizar una situación cada vez más crítica, que coincide con los recientes asesinatos de líderes de Hamás y Hezbolá y con una «nueva fase» de la guerra en la que Israel centra sus operaciones en el frente norte con Líbano, según admite su ministro de Defensa. La sangrienta espiral de las últimas horas ha encendido todas las alarmas de la comunidad internacional. Si se confirman las sospechas, estaríamos ante un peligroso salto cualitativo de un Benjamín Netanyahu inmune a los emplazamientos a no echar más leña al fuego en el polvorín de la región y avanzar hacia el acuerdo de paz en Gaza en el que median infructuosamente Estados Unidos, Egipto y Catar. La operación no formaba parte del cuadro de amenazas que barajaba Hezbolá, cuyo listado ha aumentado no solo para sus dirigentes, sino también para los ciudadanos que cohabitan con la milicia chií barrios de Beirut y aldeas de buena parte del país. El plan urdido presumiblemente por los servicios de inteligencia israelíes la deja en evidencia pese a sus amenazas de revancha y alienta de nuevo una eventual irrupción de Irán -su protector- en el conflicto, lo que tendría fatales consecuencias.