Kepa Aulestia-El Correo
El lehendakari, Imanol Pradales, debió salir de su reunión con el presidente Pedro Sánchez moderadamente convencido de que –«por realista y realizable»– las transferencias pendientes para completar el Estatuto de Gernika podrían pasar a manos de Euskadi en el plazo de dos años, según el compromiso de investidura de Sánchez. Anunciando que a partir de ese momento –pongamos Alderdi Eguna de 2026– Sabin Etxea y Ajuria Enea estarían en condiciones de liderar la reclamación del reconocimiento nacional de la comunidad política constituida en virtud del Estatuto de 1979. Los jeltzales han querido distinguir siempre el autogobierno ‘cuantitativo’ –el de la suma de competencias– del autogobierno ‘cualitativo’ –el que en su propósito llegaría a concebir al País Vasco como nación constituida sin renuncia alguna a su independencia–.
En la estrategia discursiva del PNV –el «péndulo patriótico» de las últimas décadas– el incumplimiento del autogobierno ‘cuantitativo’ se ha presentado intermitentemente como razón fundamental para proceder a la transformación ‘cualitativa’ del autogobierno. Las competencias pendientes no acaban de llegar. Las transferidas se ven afectadas por recortes también a manos del Tribunal Constitucional, cuando no invadidas de facto por la acción del Estado central. El Estatuto de Autonomía está sujeto a reinterpretaciones constantes por parte de Madrid. Luego Euskadi ha de dotarse de un nuevo estatus que blinde sus atribuciones. El discurso de Pradales desplazó ayer el péndulo patriótico hacia el otro extremo del arco descrito hasta la fecha. Nos encontramos en la fase de completar las competencias estatutarias. Ya vendrá luego la de reivindicar ese nuevo estatus destinado a que Vitoria pueda tratar de igual a igual a Madrid.
Se suponía que el incumplimiento estatutario cargaría de energías la demanda de un nuevo estatus de autogobierno. Pero no fue así por una razón. Porque al tiempo que periódicamente las competencias pendientes se convertían en noticia reivindicativa, el autogobierno realmente existente –el de su ejercicio y el de su percepción social– superaba las expectativas de los vascos. Entre otros motivos porque al privilegiado sistema de Cupo –puede decirse así sin que nadie se escandalice–, le han ido acompañando la participación de Euskadi en los Presupuestos Generales al margen del Cupo, y la aportación milmillonaria de la Seguridad Social para cubrir el imparable déficit que sus cuentas presentan en Euskadi entre cotizaciones y pensiones a pagar mes a mes. Con la agravante de que algo hemos debido de hacer mal, nosotros que lo hacemos todo mejor que los demás. A pesar de tanta abundancia convendría no seguir hablando del «modelo vasco de cuidados», ni de la pretensión de convertirnos en «referente mundial» de lo que sea. Habida cuenta, además, de lo que ocurre en Sanidad y en Educación. También por todo eso resulta más que dudoso que completar el traspaso de competencias pendientes libere la energía suficiente como para que la Euskadi de dentro de dos años reclame ser tratada todavía más aparte. Es lo que indica en el fondo la apuesta de Pradales y de su partido por la estabilidad de la legislatura en Madrid. También por eso el lehendakari no recibió respuesta de Moncloa. El PNV no puede ser Junts. Ni siquiera ERC. Mucho menos con EH Bildu entregado a Sánchez allí, y aquí a la espera de un mayor desgaste jeltzale.