Jon Juaristi-ABC
- Vuelven los tiempos bíblicos (que, en realidad, nunca se fueron)
Como aquí nadie lee la Biblia, lo de los buscas explosivos solo sugiere estúpidas comparaciones con la mascletá y pirotecnias festivas similares (las madrileñas del Puente del Rey), que a uno se le antojan blasfemas. A lo que realmente se parece es a las plagas de Egipto, inopinados y tremendos flagelos con los que Adonai castigó la contumaz soberbia de Faraón en su carne y en la de sus súbditos, y que a los judíos nos recuerdan, una vez al año, por la Pascua, que puede haber justicia en este mundo si Dios quiere que la haya (cosa que proclaman hasta los de Jizbulá).
Ahora bien, el símil de la mascletá me trae el recuerdo de Rita Barberá, que hace un par de décadas me invitó a ver con ella la mascletá de la Plaza del Ayuntamiento de Valencia desde el gran balcón de la Casa Consistorial, en compañía del concejo, las falleras y de otro invitado mucho más importante que un servidor: Valéry Giscard d’Estaign. A la intachable Rita Barberá la mataron los bulos del PSOE, ese eterno ventilador en la letrina.
Pero ni el bulo ni la letrina son patrimonio del PSOE. Toda la izquierda ha vivido de ello desde la noche de los tiempos. Los tomaron de la rica y florida tradición antijudía. ¿Que a los judíos se les acusaba de envenenar las fuentes? Bueno, pues ese bulo se traspasaba a los frailes y de ahí a la burguesía en general, no hacía falta inventar nada nuevo. ¿Y qué diríamos de esa izquierda devenida izmierda en Venezuela (por ejemplo, aunque no solo en Venezuela)? Digamos algo.
El chavismo nació en un contexto geopolítico de Estados asediados por el narcotráfico, vale decir de Estados que sufrían la competencia de narcoestados que les disputaban el control del territorio y el monopolio de la violencia. La genialidad de Chávez fue fundir en uno Estado y narcoestado, ahorrándose así la impugnación armada que sufrían los Estados de Colombia o Perú por parte de la narcoguerrilla. El modelo de narcoestado que siguió Chávez fue el del Panamá de Noriega, fallido pero mejorable. Lo consiguió a medias y Maduro lo ha llevado a su perfección, convirtiendo el Estado venezolano en un cártel que ya no necesita siquiera de una retórica de la mentira. Recurre directamente al asesinato. Cuando Maduro comparece esgrimiendo un cuerno (un AK47) u otros subfusiles tuneados con el pretexto de informar sobre sus rehenes españoles, no lo hace para dar explicaciones, sino para amenazar con matarlos, como Hamás a los suyos israelíes. Y lo mismo hace su sicario, el narco Diosdado Cabello, más conocido en América como Diosdado Caballo, hermano de la consulatriz de Venezuela en Bilbao, Glenna Cabello, más conocida como Glenna Camello, ante cuyo garito protesta un día sí y otro también Iñaki Anasagasti, exsenador del PNV, un tipo decente, mira por dónde. Al cabo, bastante más que Fachi López.