Ignacio Camacho-ABC

  • Convertido en susurrador de cabecera de Sánchez, Zapatero ejerce de ideólogo diplomático y estratégico del Gobierno

Del contador de nubes en que prometió convertirse al abandonar el poder, José Luis Rodríguez Zapatero ha devenido en intermediario de autócratas, lobista sin registro y susurrador de cabecera en la Moncloa, donde se desempeña como una suerte de vicepresidente y ministro de Exteriores en la sombra. Buena parte de las decisiones de política internacional española está basada en su actividad mentora mientras el titular oficial de la cartera se limita a ejercer de jefe de negociado en funciones accesorias. ZP zascandilea entre Maduro, Lula, Evo y demás populistas del Grupo de Puebla; aconseja el distanciamiento con Israel; funge de agente de los siniestros hermanos Rodríguez para sacar a Edmundo González de Venezuela; inspira el acercamiento a China y empuja a Sánchez a servir de caballo de Troya de Pekín en el seno de la Unión Europea, además de mantener por su cuenta –junto con Moratinos–una trama de influencias socioeconómicas en Guinea. Albares es un simple mandado para apagar a base de facundia los fuegos prendidos por el exmandatario con su diplomacia paralela.

Este articulista es testigo de la opinión que el actual presidente tenía de su antecesor cuando las primarias socialistas lo alzaron al liderazgo orgánico. Entonces los enredos zapateriles con sátrapas latinoamericanos entorpecían la línea moderada con que trataba de presentarse ante el electorado. En algún momento esa percepción negativa experimentó un cambio, otro más, y ya en el poder le concedió un progresivo rango de consejero áulico. Quizás el giro comenzase cuando necesitó un enlace con Pablo Iglesias y se fue consolidando a través de un mutuo acercamiento pragmático. El ascendiente de Zapatero tuvo peso en el adelanto electoral del pasado verano y luego, tras implicarse a fondo en la campaña, en los contactos con Puigdemont, misión en la cual el irrelevante verificador chileno sólo fue una pantalla de los verdaderos muñidores del trato.

La intervención de sus allegados –mediadores del mediador– en el escándalo de la Embajada de Caracas ha roto el sospechoso silencio ante la crisis venezolana, un asunto en el que resulta difícil discernir si la colaboración desinteresada ha podido volverse mercenaria. En cualquier caso no hace falta información privilegiada para atisbar la coincidencia entre la reserva del teórico observador neutral y la ambigua cautela del Gobierno de España, como tampoco para establecer la similitud del reciente acuerdo sobre soberanía fiscal catalana con el planteamiento semiconfederal esbozado durante el mandato zapaterista en el infausto Estatuto de nueva planta. El soporte ideológico y estratégico del sanchismo –polarización, frentismo, amnistía, plurinacionalidad– constituye en la práctica una versión actualizada de aquella etapa. Y es de temer que acabe igual, aunque empeorada por la peligrosa deriva de una desestructuración democrática.