uan Carlos Viloria-El Correo

  • ¿Los ciclistas interurbanos no deberían pasar un examen para circular?

En un acto de promoción del transporte público y el uso de la bici como alternativa al vehículo a motor, el presidente del Gobierno recomendaba a los ciudadanos que dejen de ver la bici como un símbolo progre. No le debieron pasar bien los apuntes porque en España circulan 35,3 millones de bicicletas y el 71% de los hogares (¿progres?) posee al menos una. Lo contraponía Sánchez, a la compra de Lamborghinis, con un toque populero al estilo Pablo Iglesias, sin tener en cuenta que este año se han matriculado solo 34 de esos autos de lujo. Pero lo cierto es que el uso de la bicicleta está cada vez más extendido sin que la convivencia entre coches, motos, camiones, autobuses y bicis se haya mejorado.

Muchos automovilistas sufren de estrés al adelantar grupos de ciclistas charlando animadamente y se les encoge el esófago cada vez que coinciden en línea con un camión o una furgoneta en el momento de esquivar un grupo de ciclistas. No saben si pueden rebasar la línea continua, si tienen que frenar o si guardan la distancia adecuada o no. No conozco los pormenores de los ejercicios y enseñanzas a los nuevos conductores, pero a los que hace años aprobamos el carnet nadie nos preparó para circular mezclados con vehículos de dos ruedas a pedales. Lo evidente es que tanto en ciudad como en carretera cada vez es mayor el número de ciclistas de toda edad y condición, más o menos habilidosos en el manejo del velocípedo. Porque vemos a muchos ciclistas que ya han pasado las setenta primaveras, e incluso más. Unos con una forma física envidiable y el peso adecuado, otros no tanto.

Es habitual observar ciclistas que marchan con un cuidado impecable atentos al tráfico que se genera a su alrededor. Pero también hay quienes van por la carretera como si estuvieran en un circuito exclusivo, sin atender a los otros vehículos; conversando animadamente con sus compañeros de excursión. Y circular por las carreteras rodeados de camiones, coches, motos, vehículos articulados, no es precisamente una excursión campestre. Es raro ver un ciclista que se pare en un paso de cebra, que frene al atravesar una población con pocos habitantes. Son vehículos sin intermitentes y sin espejos retrovisores, lo que les convierte en un artefacto excepcional en carretera. Recientemente le preguntaron al director general de Tráfico, Pere Navarro, si los ciclistas no deberían pasar un examen teórico y físico antes de recibir la acreditación necesaria para circular y salió por peteneras. Pero las administraciones públicas deberían afrontar sin complejos el problema en lugar de huir en el Lamborghini.