Arte del ovillejo (Prólogo)

Conocí a Gulliver, en el registro Ignacio Murillo, hace casi veinte años, en los primeros tiempos de mi blog, donde él ha colaborado generosamente mediante contribuciones poéticas de dos clases: décimas y ovillejos.

Las décimas, también llamadas espinelas, por ser su inventor Vicente Espinel, poeta, músico y sacerdote rondeño que vivió a caballo de los siglos XVI y XVII. Usaron provechosamente la espinela Jorge Guillén, Gerardo Diego y la cantautora chilena Violeta Parra, que escribió una autobiografía sirviéndose únicamente de espinelas.

El ovillejo es una composición poética rotunda y eficaz que consta de diez versos: tres octosílabos que van seguidos por un pie quebrado consonante. Lo remata una redondilla cuyo último verso son los tres pies quebrados anteriores. Su origen literario no puede ser más noble. Fue nada menos que Cervantes el primer escritor que los empleó, de ahí que sean conocidos como ‘ovillejos cervantinos’, aunque es también recurso poético habitual en los grandes del Siglo de Oro, como Calderón y Sor Juana Inés de la Cruz. Va un ejemplo que Cervantes incluyó en El Quijote:

¿Quién mejorará mi suerte?

¡La muerte!

Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?

¡Mudanza!

Y sus males, ¿quién los cura?

¡Locura!