Pedro García Cuartango-ABC

  • Sus opiniones rozan la banalidad cuando no ofenden la inteligencia. El rey va desnudo, pero casi nadie se atreve a decírselo

Cuando tenía que nombrar un general, lo primero que preguntaba Napoleón Bonaparte es si tenía suerte. Al parecer le importaban tanto las cualidades del candidato como si le era propicia la fortuna. Pedro Almodóvar ha hecho una carrera cinematográfica gracias a su talento y no a la suerte. Hay cuatro o cinco películas suyas a la altura de los grandes como Buñuel y Berlanga. Dicho esto, no se puede afirmar lo mismo sobre sus opiniones políticas, que son simplistas, maniqueas e infantiles. Nunca le he oído proferir nada que no sea un tópico. Para él, la izquierda es buena y la derecha es mala. No hay matices. Como cree que la izquierda es superior moralmente, no se toma la molestia de pensar por su cuenta.

Me he quedado perplejo al escuchar sus palabras en San Sebastián cuando llamó a Pedro Sánchez «Míster Guapo» y señaló que hay muchas cosas que pedirle «a nivel físico». Si esto lo hubiese dicho un intelectual o un dirigente de la derecha, las redes sociales estarían ardiendo. Probablemente, lo digo irónicamente, el interfecto se tendría que haber ido de España. Me imagino los calificativos de algunos ministros y de los representantes de Sumar y Podemos.

Si resulta inaceptable, y lo comparto, ensalzar a una mujer por su belleza y no por su inteligencia, honradez o profesionalidad, lo mismo sucede con un hombre. Los elogios de Almodóvar son simétricos a los del más vetusto machismo. Y al primero que denigran es a Pedro Sánchez, al que reduce a mero objeto de deseo.

Esto demuestra algo que no por sabido merece la pena pasar por alto: que hay artistas que son capaces de crear una obra genial pero que cuando expresan sus opiniones o se relacionan con los demás revelan una mediocridad desconcertante. Por ejemplo, Mozart era un simple, pero elevó la música a cotas sublimes. Hegel bebía y abusaba de sus criadas.

Las declaraciones de Almodóvar revelan dos cosas. La primera es la doble vara de medir de un amplio sector de la izquierda, que aprueba o condena en función de la identidad ideológica de la persona. No es lo mismo ser un machista de izquierdas que de derechas. La segunda revelación es que el cineasta, símbolo y heraldo del progresismo, reproduce los mismos tópicos y las mismas actitudes que las de lo más rancio y detestable de la sociedad española, viejos prejuicios que vienen desde muy atrás. Todos sabemos lo que hubiera dicho Irene Montero si unas palabras así hubieran salido de la boca de Núñez Feijóo o de José Luis Garci.

El cine de Almodóvar es libre, irreverente y provocador. Sus primeras películas crearon un nuevo canon en la gran pantalla. Sus trabajos han llevado la cultura española al resto del mundo. Pero sus opiniones rozan la banalidad cuando no ofenden la inteligencia. El rey va desnudo, pero casi nadie se atreve a decírselo.