Jon Juaristi-ABC

  • Al contrario que Maduro, Franco nunca pretendió ser lo que no era

No acabo de entender la insistencia de Albañares, esta semana, en que el PP reconozca que Franco era un dictador para que el gobierno sanchista y él mismo definan con idéntico término a Maduro. En España, según afirmó el jueves la Pájara Loca en sede parlamentaria, se puede llamar a todo con cualquier nombre común o propio seguido de adjetivos a capricho. Por ejemplo, al chanchullo del gobierno con los indepes de Esquerra está permitido llamarle, a partir de ahora y según la mentada, «concierto económico solidario», como si fuera un concierto de Plácido Domingo en beneficio de Unicef. Entonces, ¿por qué es tan imprescindible que Núñez Feijóo llame dictadura a la dictadura de Franco para que la comparsa gubernamental admita explícitamente que Maduro es un dictador?

No es solo que Franco esté criando malvas desde hace medio siglo donde le dejan criarlas los profanatumbas de la izquierda –hoy aquí y mañana allá–, sino que no ve uno la importancia de ponerse redundante o pleonástico en esta cuestión. Desde que tomó el poder por las bravas hasta que lo dejó por imperativo biológico, a Franco no se le ocurrió verse de otra forma que como dictador. Jamás pretendió ser un demócrata, al contrario que el narcoasesino de Caracas o que el narco-obrador saliente de México, que tienen de aquello lo que tuvieron Trujillo y Ceaucescu juntos.

¿Qué necesidad hay entonces de que Núñez Feijóo afirme que Franco era algo que Franco nunca negó ser, y que sus fieles (los de Franco) tampoco, aunque le llamaran caudillo, que sonaba más literario, más a malevaje de los cuentos de Borges? Según concedió el presidente del Senado a un semiapopléjico Albañares, Franco fue un dictador, que es como si le dijera, «cálmate, majete, que te va a dar algo: la Tierra, efectivamente, es redonda, o, al menos, eso es lo que piensa la mayoría de derechas en esta Cámara». Pero es que Albañares ya tenía prevista otra vía de escape para no tachar de dictador a su querido Maduro. No lo haría, dijo, ni él ni el gobierno, hasta que los gobiernos autónomos de Valencia y Baleares retiraran sus bloqueos, mucho más democráticos que todos los apaños sanchistas con indepes y dictadores, contra la ley de la Memoria etcétera. En el improbable caso de que los retirasen, ya se le ocurriría otra cosa al mentado semoviente diplomático para seguir mareando la perdiz.

Uno piensa que la oposición no debería acosar por ese lado a los irritables e irrisorios Albañares y Bolillos ni al mismísimo Rodríguez Mamporrero, facilitador y sinvergüenza. Bastaría con preguntarles, un día sí y el siguiente también, por el paradero, el estado de salud y las perspectivas de liberación de los rehenes españoles y venezolanos de Maduro, por los que dicen estar trabajando con denuedo y manteniendo las formas, los muy farsantes.