Rebeca Argudo-ABC

  • Si el país anda manga por hombro y saben, impotentes, que ellos no lo van a arreglar ni en otros quinientos años, mucho mejor mirar para otro lado

México exigiendo disculpas a España hoy por cosas ocurridas hace siglos, cuando ni México era México, ni España era España, ni ellos ni nosotros danzábamos todavía sobre la faz de la tierra, es de un tonto que asusta. Ver a ciertos personajes de tercera regional en términos políticos, como Gerardo Pisarello o Irene Montero o Ada Colau (¡Ada Colau!), aprovechando el momento para hiperventilar como divas airadas, subirse a un avión y presentarse en la ceremonia de toma de posesión de la presidenta, es tan ridículo que da hasta risa. Si tuviésemos la suerte de que, en lugar de reales, fuesen personajes literarios, estaríamos hablando de neoesperpento (con permiso de Don Ramón María) y sería hasta gozoso. Pero no, ahí los tenemos: el pecio de una formación política que aguanta por los pelos y sin explicación lógica, como el malo de las pelis de miedo de serie B, apuntándose a un bombardeo, carente de toda responsabilidad y sentido de Estado, para acudir presto allá donde atufe un poco a populismo. Con el diábolo, el pañuelo palestino, oliendo a pachuli y viva México, cabrones.

En realidad, la maniobra de unos y de otros es entendible. Otra cosa es que, que podamos entender el por qué de su naturaleza, no logre que deje de ser repugnante. Y lo alarmante, en realidad, es que todavía les funcione. Al otro lado del Atlántico se trata de distracción. Y es que une más un odio compartido que un amor (que se lo digan a Lolita y a Carmina Ordóñez). Y si el país anda manga por hombro (que si el narcotráfico, que si la inseguridad, que si la corrupción, que si la economía) y saben, impotentes, que ellos no lo van a arreglar ni en otros quinientos años, mucho mejor mirar para otro lado. Gritar «agravio» y gritar «ofensa». Y miren los genocidas que nos masacraron ayer y hoy se niegan a pedirnos perdón, colonizadores (un consejo: no pierdan el tiempo intentando explicarles lo de los virreinatos, no tienen ni puñetera idea y no lo van a entender). Et voilà: ya tenemos a un montón de descendientes del glorioso mestizaje en Nuevo Mundo, cabreados como monas con nosotros por algo que no hicimos ayer en lugar de con ellos por lo que han hecho hoy. Y, a este lado, un montón de oportunistas, a los que solo separa del hambre el seguir aferrados a un cargo como sea, que se suben al carro de la polémica que toque por salvarse un rato más. Activistas constantes de lo suyo, instrumentalizadores de lo que haga falta, les da igual Palestina que el Sahara, México que Venezuela (la de Maduro). La única condición es que el sátrapa de turno sea de su cuerda, da igual lo que haga y da igual lo que diga. Lo mismo que se pase la democracia por el forro de las urnas, a lo Maduro, que intenten convencernos de que López y Sheinbaum son ancestrales apellidos del mismísimo centro de Colhuacan, legitimados por pureza de sangre para exigirle disculpas hoy a Felipe VI por lo que hicieron sus antepasados directos ayer.