José María Múgica-Vozpópuli

Recibir las felicitaciones de gente terrorista como Hamás, o los hutíes es estar en el lado equivocado de la historia

El régimen autocrático iraní –ese que ahorca a homosexuales y maltrata a las mujeres, o las mata– ha operado, en su lucha por la destrucción de Israel, desde hace décadas a base de peones interpuestos, fundamentalmente con las organizaciones terroristas Hamás en la franja de Gaza, y con Hezbollah en Líbano. El terrible progrom que desató Hamás sobre Israel –con 1.200 muertos y 250 rehenes, amén de violaciones, múltiples agresiones sexuales y torturas sin fin–, el 7 de octubre pasado, dio la medida de una intensa preparación, siempre surtida por Irán, a lo largo de muchos años. Hoy Hamás, si no aniquilada se encuentra en situación sumamente debilitada, más tras la eliminación en Teherán el pasado mes de julio de su líder Ismael Haniya.

Paradójicamente, toda la atención que prestaba la comunidad internacional a la guerra en Gaza, se hacía oscuridad a la hora de abordar el problema terrorista de Hezbollah –el “Partido de Dios”, lo cual nos da, solamente con ese nombre, una evidente perspectiva de sus posiciones teocráticas y totalitarias, al servicio de Irán–. Poco o nada se ha sabido, o se ha querido saber, este año de esa organización terrorista, un estado dentro del estado libanés, con 150.000 cohetes para lanzar sobre Israel. Poco o nada se ha sabido en este último año en que Hezbollah lanzó 10.000 cohetes sobre Israel. Como poco o nada se ha sabido, o se ha querido saber, que su acción terrorista provocó la evacuación de 60.000 ciudadanos israelíes que debieron abandonar su residencia en el norte de Israel.

Poco o nada hemos oído invocar a la comunidad internacional la resolución 1701, de 2006, de Naciones Unidas, que estableció que Hezbollah se situara al norte del río Litani –hecho que, por supuesto, no ha sucedido–, creando así una zona desmilitarizada entre la frontera de Israel y el curso de ese río.

Y así hasta que Israel, que opera como actor defensivo en su legítimo e imprescriptible derecho a defenderse actuó frente al terrorismo de Hezbollah. Primero, hace dos semanas, mediante un procedimiento técnico de extraordinaria envergadura como fue la explosión de miles de buscas, y al día siguiente de cientos de walkie–talkies, perforando su sistema de comunicaciones. Posteriormente, la semana pasada, mediante la eliminación de su cúpula, incluido su líder Hassan Nasrallah. Y ahora, con una invasión terrestre, de objetivos limitados, con la finalidad de destruir a la ya debilitada Hezbollah, y conseguir que esos 60.000 ciudadanos israelíes desplazados puedan volver a residir en paz y seguridad en sus domicilios. Entre tanto, Israel ha actuado también contra las milicias hutíes –otro peón de Irán– en el Mar Rojo, atacando sus bases, aunque se encontraran a casi dos mil kilómetros de distancia.

Y así, hasta la tarde–noche del martes, en que Irán lanzó más de 180 misiles balísticos contra Israel. Afortunadamente, la Cúpula de Hierro del estado israelí, auxiliada por el poder militar norteamericano provocó que no se causaran daños, igual que sucedió el pasado mes de abril, en un precedente ataque de los ayatollás iraníes, también contra Israel.

Tampoco estaría de más contemplar cómo los estados árabes circundantes de la región no han dicho esta boca es mía: ni Arabia Saudí, ni Egipto, ni Jordania se han pronunciado en contra de la acción de Israel contra Hezbollah en Líbano

Ese ataque da medida de que es Irán el auténtico responsable de lo que se viene padeciendo en Medio Oriente desde hace un año. Y, suceda lo que suceda, en lo que toca a Israel –única democracia en Medio Oriente– siempre habrá que recordar a la ex premier Golda Meir: “Los judíos contamos con un arma secreta: no tenemos otro lugar a donde ir”.

Y tampoco estaría de más contemplar cómo los estados árabes circundantes de la región no han dicho esta boca es mía: ni Arabia Saudí, ni Egipto, ni Jordania se han pronunciado en contra de la acción de Israel contra Hezbollah en Líbano. Ni una palabra. Lo que da medida de que el choque estratégico de fondo en Medio Oriente no es sólo la pasión iraní por destruir Israel; a ello se añade la comprensión de que esos países citados, todos ellos suníes, contemplan a Irán como su principal enemigo en la región. En efecto, la caída del régimen ominoso de los ayatollás, constituido en 1979, sería una gran liberación para Oriente Medio.

Trinchera de libertad

Cuanto antes comprenda Occidente que Israel es nuestra trinchera de libertad frente a la barbarie en esa región, que si se produjera un desastre los siguientes en la caída seríamos nosotros mismos, habríamos sin duda avanzado, y mucho. Seguir sin entender ese principio básico nos coloca ante un problema desastroso.

Que desde luego no se arregla con la política exterior del gobierno. Él verá, pero recibir las felicitaciones de gente terrorista como Hamás, o los hutíes es estar en el lado equivocado de la historia. Allá si el Gobierno, experto en provocar conflictos internacionales, se siente satisfecho con semejante oprobio. Es así como no se va a ningún sitio.