Rebeca Argudo-ABC

  • Hablan de acreditar y colegiar, ordenar y fiscalizar. Incluso de un registro

Pues resulta que hay un observatorio de los medios y hay asociaciones de prensa. E incluso una Federación de Asociaciones de Prensa. Y resulta que todos, contra todo pronóstico, celebran mucho el anuncio de Sánchez de su plan de regeneración democrática y control de medios. Como si en vez de asociaciones de prensa fueran contra la prensa. Y todos mientan a la EMFA, el reglamento europeo sobre libertad de medios de comunicación, para justificar lo oportuno de la ocurrencia. Pero, paradójicamente, todos hablan de regulación y de señalamiento y de expulsión. Verbos todos que, conjugados correctamente, tienen mal casar con la libertad y bastante mejor con el control y la limitación. Y la EMFA, disculpen la obviedad pero a veces no queda más remedio, tiene como objeto la libertad, no el control. Como bien indica que se llame «reglamento europeo sobre la libertad de medios de comunicación» y no «sobre control de los medios de comunicación». Las asociaciones, el observatorio y la federación, cual puerquetes haciendo la conga en celebración de que llega San Martín, aplauden que Pedro Sánchez hable de seudomedios y de fango y de desinformación, de manera interesadísima, y se prestan a legitimar el sanedrín. Uno podría pensar, en aplicación del más generoso de los principios de caridad interpretativa, que una asociación de periodistas (una federación, un observatorio) operaría en beneficio de la profesión. Por su libertad y no por su intervención. Pero qué va. Les leo, displicentes, aplaudir la iniciativa y hablar de acreditar y colegiar, de ordenar y fiscalizar. Incluso de un registro. Olvidan mencionar, aún apelando a la EMFA como salvaguarda de lo honorable de la medida, que esta, precisamente, es particularmente incisiva en la necesidad de ampliar el concepto de lo que entendemos por «medios de comunicación» en lugar de por limitarlo. Es decir, el reglamento europeo, norma superior directamente aplicable, aboga por el deber de abarcar, y cito textual, un amplio espectro de agentes profesionales, cuando hablamos de «prestadores de servicios de medios de comunicación», que entran en el ámbito de aplicación de la definición de servicio de medios de comunicación, incluidos los profesionales independientes. Es triste que lo que nace con vocación de protección acabe convertido, injerencia política y servidumbre debida mediante, en un instrumento enjuiciador con la vergonzosa e inexplicable connivencia de aquellos que deberían estar ahora mismo defendiendo la independencia y la libertad de la prensa. Como valor indiscutible de un Estado de derecho e indicativo de salud democrática. Porque, oigan, que aplaudan con las orejas tres desfaenados en redes con todo el tiempo libre que la ausencia de talento y luces otorgan, pues no es más molesto que un mosquito en la siesta. Pero que quien aplauda la intromisión y el ataque al libre ejercicio de la profesión, porque incomoda al ‘puto amo’ (aunque lo disfracen de responsabilidad social, es a esto a los que se reduce), da un poco de vergüenza. Dan ganas de darse de baja, como de Netflix. Pero para eso sería preciso haber estado alguna vez dada de alta. Y jamás. ¿Por quién me toman?