Iñaki Ezkerra-El Correo

  • En la ‘pax gringa’ de hoy el factor más determinante es el ‘poder blando’ de EE UU

Es una de las paradojas y de las ironías del presente: el tradicional antiamericanismo que culpaba al «imperialismo yanqui» de un intervencionismo depredador y responsable de todas las dictaduras derechistas que surgían allende los mares es el mismo que ahora reprocha a Estados Unidos que no intervenga en Venezuela para derrocar al perdedor de los comicios del 28 de julio. ¿En qué quedamos? Creo que no se puede acusar a alguien de una cosa y de la contraria aunque haya especialistas en ese arte. Si ayer argumentaban la avidez estadounidense para hacerse con todos los recursos naturales latinoamericanos (plata, zinc, cobre, caucho, madera, azúcar, petróleo…) y para dar golpes de Estado que extendieran su poder industrial y financiero, hoy le reprochan la ausencia de una intervención en Venezuela argumentando que a EE UU le sale rentable el régimen de Maduro porque le permite obtener el barril a un precio más barato que el de Oriente Medio.

Es este un argumento hoy muy recurrente al que alguien no tarda en añadir el del encarecimiento del crudo que traerá el conflicto israelí-iraní para, así, esparcir de paso algo de la culpa a los judíos. Sin embargo, en la ‘pax gringa’ que hoy reina en todo el bloque hispano tomado por los populismos hay un factor que es más determinante que el puramente económico: el de la estrategia del ‘poder blando’ que EE UU ha impuesto en todo el continente americano desde la era Clinton y cuyo teórico es el politólogo Joseph Nye, miembro, entre otras cosas, del propio Partido Demócrata. Nye defendió ya en los años 90 una política exterior empática que renunciara al intervencionismo militar y se ganara al adversario mediante la persuasión y la seducción culturales, morales e ideológicas. En esa estrategia blanda de Nye, que dejó atrás la doctrina Monroe del poder duro, pero que quedó bruscamente interrumpida por la irrupción en escena de Bush junior, ha estado Obama después de Clinton y está hoy el mismo Biden, que no es un belicista pese a que le ha tocado lidiar con Putin. Aquí es que se habla como si Rusia y China no tuvieran intereses y actuaran por altruismo.

Sí. De la doctrina demócrata del ‘soft power’ se están beneficiando de momento todos los populismos de izquierda alistados en torno al Grupo de Puebla, incluido el venezolano. Será el tiempo el que diga si esa estrategia resulta acertada y si esos regímenes caen por su propio peso. Mientras tanto nos toca soportar la contradicción de quienes reprochan a Biden que no le dé a Maduro la patada que Kennedy le quiso dar a Fidel en 1961 y que ellos entonces condenaron. Nos queda aguantar el antiamericanismo rancio que ve en Putin una víctima de la ‘industria armamentística del Imperio’ y en Mickey Mouse un peligroso agente de la CIA.