Pedro, cara de zirconita

Acabamos de conocer la infamia más llamativa del Gobierno de Sánchez: el acuerdo que pone en manos de Bildu la elaboración definitiva de la Ley de Seguridad Ciudadana cuya medida más vistosa ha sido la de prohibir gradualmente el uso de pelotas de goma en las cargas policiales, aunque es verdad que habrían podido ceder más: hacer que el material antidisturbios cambie de bando, que se autorice el uso de las pelotas solo para los manifestantes. DE momento la medida va complementada con otras.

La Ley de Seguridad Ciudadana nueva lleva un antetítulo que disimula el tema: Ley Orgánica de Protección de las Libertades y Seguridad Ciudadana, en un espléndido ejercicio de inversión, como corresponde al hecho de que el psicópata de La Moncloa haya confiado la seguridad al brazo político de los terroristas de ETA, como ya había confiado la reforma del Código Penal en aquello que les afectaba a sus socios golpistas catalanes. Al mismo tiempo, las desgracias nunca vienen solas, los asesinos de Fernando Buesa, Martín Carpena, el fiscal Portero y el coronel Muñoz Cariñanos han empezado a disfrutar del tercer grado por obra y gracia de la consejera de Justicia del Gobierno vasco, Mª Jesús San José, que para más inri es socialista en un ejercicio que añade a la infamia la humillación y la vergüenza.

Hemos tenido una compensación. The Economist ha sido el primer medio internacional que ha dado un repaso en profundidad a esto que tenemos haciendo las veces de presidente del Gobierno. No sabemos si Sánchez convocará una rueda de prensa para denunciar al semanario británico como engranaje de la máquina del fango. Entre otros reproches cabe destacar la Ley de Amnistía, sus bruscos cambios de postura en cuestiones de Estado para permanecer en el poder, gobernar a placer con nacionalistas radicales catalanes y vascos, a pesar de que muchos votantes preferirían una coalición con el PP.

También repasa la investigación a su mujer por dos delitos y que al estallar el escándalo, en lugar de disculparse culpó a la extrema derecha y demandó al juez que investiga a su mujer, haberse tomado cinco días para reflexionar si merece la pena seguir y luego seguir como si tal cosa y no deja de señalar la ocupación ¿okupación? de las instituciones que requerirían un liderazgo independiente, citando el nombramiento de Escrivá como gobernador del Banco de España.

Es un consuelo pensar que alguien nos entiende ahí fuera. Este tipo ‘astuto y despiadado’ tal como lo define The Economist, está en un momento crucial. Las exigencias de sus socios son  fuerzas centrífugas que tiran de él y de España como en la antigua pena de descuartizamiento, en la que se ataban las extremidades del reo a cuatro caballos a los que se arreaba en direcciones opuestas.

Sánchez tratará de contentar a todos: la seguridad para Bildu, la senda de estabilidad para Junts, el concierto para ERC y ya veremos qué exige Podemos, no van a ser los pagafantas de la fiesta. Con el apoyo de todos sumará exactamente los 176 votos que necesita para sacar la Ley de Seguridad, mientras Puigdemont pide ‘y también dos huevos duros’ para no conformarse con lo que acepte la Esquerra.