Luis de la Corte Ibáñez-ABC

  • ¿Genocidio? Cuando se quiere eliminar a una población no se la alerta de los ataques. ¿Crímenes de guerra? Seguro

Las invasiones se han puesto de moda. Hace un año el principal motivo de preocupación internacional era la guerra de Ucrania, invasión terrestre ordenada por el zar Putin en febrero de 2022. Pero el 7 de octubre de 2023 el tablero se complicó todavía más por culpa de otra incursión armada, esta vez en Oriente Próximo. Tras lanzar una salva de 2.200 cohetes desde la franja de Gaza, Hamás y sus socios de la Yihad Islámica Palestina enviaron unos 1.500 militantes a infiltrarse en el sur de Israel. Varios puestos militares fueron asaltados y se desató el caos. En pocas horas los terroristas islamistas mataron a 1.200 personas, principalmente civiles, y secuestraron a otras 230. Algunos niños y ancianos fueron ejecutados. Hubo agresiones sexuales y violaciones. Muchos de los que asistieron a todo ello quizá repitieron las palabras de Kurtz, el terrible personaje descrito por Joseph Conrad en ‘El corazón de las tinieblas’: «El horror, el horror». Con todo el derecho, Israel respondió al horror con la guerra.

Retórica aparte, el guion de la guerra contra Hamás era desbaratar su infraestructura militar, cortar sus vías de suministro y decapitar su liderazgo. Israel movilizó 300.000 reservistas y lanzó ataques en toda la franja de Gaza. El norte y el centro fueron bombardeados e invadidos. Hacia enero de 2024 Gaza y Jan Yunis, las grandes ciudades del norte, habían sido «limpiadas de insurgentes» … y arrasadas. Los de Hamás se refugiaron en Rafá, localidad fronteriza con Egipto, donde prepararon su defensa durante varios meses. Por fin, entre el 6 y el 7 de mayo, las fuerzas israelíes tomaron el paso fronterizo de Rafá y aislaron la ciudad (más de 450.000 civiles palestinos fueron evacuados durante los primeros días de la ofensiva). Bombardeos previos debilitaron las resistencias islamistas. Hamás pasó a defenderse con guerrillas móviles, explosivos improvisados y lanzacohetes antitanque. Como en otros puntos de la franja, el combate en Rafá se complicó por la existencia de túneles, zonas urbanas densas y las tácticas guerrilleras (emboscadas, explosivos improvisados, francotiradores). El 29 de mayo casi toda la ciudad había caído en poder de las fuerzas israelíes. En paralelo, más de cien rehenes habían ido siendo intercambiados por 240 prisioneros palestinos, mientras otra treintena de los secuestrados moría (aún hoy decenas de ellos permanecen cautivos).

Aunque todavía inconclusa, la operación en Gaza ha sido efectiva, devastadora y despiadada. Hamás ha conseguido retener o recuperar cierta capacidad operativa en varios puntos de la franja, pero más de trescientos líderes islamistas han sido eliminados y gran parte de su red de túneles ha quedado destruida. En octubre de 2023, el general español Pedro Pitarch escribió aquí que convendría que la acción israelí fuese quirúrgica y selectiva. La ruin táctica de Hamás de parapetarse tras la población y atacar desde edificios civiles lo puso muy difícil. Las cifras de bajas proporcionadas por Hamas no son totalmente fiables. ¿Más de 41.000 palestinos muertos y 95.000 heridos (por el momento)? Pueden haber sido algunos menos, aunque terminarán siendo más. Pero atención: los terroristas no han querido distinguir entre bajas de civiles y combatientes. Muchos fallecidos no cumplieron los dieciocho. Sin embargo, como me recordó un analista israelí, en varias de las operaciones previamente desarrolladas en Gaza casi cuatro de cada diez de los jóvenes de entre doce y diecisiete años que cayeron por fuego de Israel fueron individuos armados y adiestrados que acabaron siendo aclamados como combatientes y mártires en Facebook. ¿Genocidio? Cuando se quiere eliminar a una población no se la alerta de los ataques ni se pierde tiempo con evacuaciones. ¿Crímenes de guerra? Seguro.

Los principios del ‘ius in bello’ (Derecho Internacional Humanitario) han sido vulnerados por Israel y el número de muertes civiles ha sobrepasado ampliamente el principio de proporcionalidad. Además, millón y medio de palestinos desplazados, el 90 por ciento de infraestructuras básicas destruidas, interrupción de suministros esenciales por los bloqueos. Aún hoy, más de un millar de personas no tiene acceso a agua potable, electricidad ni medicinas.

La matanza del 7 de octubre de 2023 amenazó con propagar las tensiones más allá de Gaza y así ha ocurrido. Cisjordania ha vuelto a inflamarse con un nuevo pico de violencia al que han contribuido los agresivos colonos (a los que se les consiente cualquier desmán o crimen), las fuerzas de Israel y los grupos armados palestinos. Israel ha atacado objetivos en Siria, Yemen, Líbano e Irán, donde asesinó al líder político de Hamás, Ismail Haniya. El bombardeo israelí de la Embajada de Irán en Damasco (dieciséis bajas) precipitó una respuesta medida, simbólica, de los iraníes: más de 320 drones y misiles lanzados sobre Israel y cero víctimas. La ‘solidaridad’ con Hamás ha generado una crisis en el mar Rojo, fruto de ataques con drones y misiles lanzados por los insurgentes hutíes de Yemen contra decenas de buques cargueros, y acciones de hostigamiento a Israel desde el Líbano. Desde el día siguiente a la masacre del 7 de octubre, Hizbolá se dedicó a bombardear el norte de Israel y quizá preparaba un gran asalto terrestre. Decenas de miles de ciudadanos israelíes y libaneses tuvieron que ser evacuados por las bombas de unos y otros. La reacción israelí evolucionó desde ataques limitados hasta el arranque de una impresionante operación militar y de inteligencia que ha descabezado a la milicia terrorista chií y que ahora se intenta completar con una invasión terrestre presuntamente destinada a crear una zona de seguridad dentro del Líbano. Irán respondió lanzando 200 misiles balísticos sobre Israel, nuevamente sin causar bajas.

En Israel, un complicado Gobierno de unidad sometido a la presión de una extrema derecha mesiánica parece estar impulsando una estrategia maximalista en múltiples frentes. Mientras, una comunidad internacional dividida observa preocupada. Estados Unidos pide moderación, sin exigirla; respalda las acciones de Israel y le aporta protección. A los Estados árabes les gustaría ver el fin del eje de resistencia capitaneado por Irán, pero sus poblaciones detestan a Israel. Doce meses después de la gran masacre, Hamás está claramente debilitado, pero las preguntas sin respuesta se amontonan. ¿Pueden las medidas exclusivamente militares traer una paz duradera o solo una tregua temporal? ¿Qué proyecta hacer el primer ministro Netanyahu en Gaza y Cisjordania? ¿Hasta dónde pretende llegar o le puede llevar la actual incursión en el Líbano? ¿Con qué contundencia responderá a los misiles de Irán? ¿Se decidirá a atacar sus instalaciones nucleares (¿acaso las habrá atacado cuando se publique este artículo?)? ¿Cómo reaccionarían Rusia y China si se abriera una guerra entre Irán e Israel en la que los estadounidenses no dejarían de participar? La palabra del año es ‘escalada’.