Tonia Etxarri-El Correo

La resaca de la polémica sobre la tramitación de la ley que permite abaratar las penas de 44 presos de ETA oscureció el debate urgente sobre política migratoria en el Congreso. Estaba cantado. El PP respiraba por la herida de haber quedado como los incompetentes del confuso capítulo de la aprobación de la iniciativa del Gobierno que humilla, todavía un poco más, a las víctimas del terrorismo. Entre desaprensivos y ‘almas de cántaro’ se desenvuelve la política en nuestro país. No era un día fácil para Feijóo. Consciente de la decepción que había provocado en sus filas el papelón de sus diputados con la reforma legal que el Gobierno les había colado, necesitaba desquitarse después de que muchos dirigentes del PP hubieran pedido perdón a las víctimas por su impericia. Desde el propio jefe de filas en Madrid hasta Javier de Andrés, en Vitoria. Mientras algunos esperaban ver rodar algunas cabezas, Feijóo precisaba que no es lo mismo un error, como el de los suyos, que una bajeza moral como la de los legisladores de esta norma beneficiosa para los presos de ETA. Y tenía razón. No es lo mismo. Pero la actitud de los diputados del PP cuando se discutió y votó la reforma fue algo más grave que un error. Fue una dejación.

En el pleno del Congreso de ayer se proyectó la sombra alargada de los presos más sanguinarios de ETA cuando el debate urgente sobre política migratoria debía haber sido el plato estrella. ‘Txapote’. El PP tardará tiempo en reponerse de su patinazo. Pero Feijóo necesitaba volver a situar el foco en la luna y no en el dedo. En la dependencia de un Pedro Sánchez amarrado a Bildu. Un presidente del Gobierno que desprecia tanto la libertad de opinión dentro de un partido (él no la consiente en su club) que intentaba ridiculizar a Feijóo cuando discrepa de él Isabel Díaz Ayuso, a la que llamó «jefa». A Sánchez no le pasa. Y quien disiente, ya lo saben los pocos que se atreven, le espera el ostracismo. De hecho, nadie, con dos excepciones, le ha cuestionado su alianza preferente y estable con Bildu.

El Gobierno no dará marcha atrás en esta reforma, por mucho que se lo exija Feijóo, porque no puede. Si no sigue el guion de Otegi se le derrumba uno de los pilares más sólidos que le sostienen en La Moncloa. Como le ocurre con Puigdemont, aunque el plan no le esté saliendo tan bien como esperaba porque se le ha cruzado la Justicia a la hora de interpretar, y no aplicar en determinadas circunstancias, la ley de amnistía. Sánchez hará lo que haga falta para seguir alimentándose de las necesarias dosis de poder. Así las cosas, parece ocioso e ingenuo emplazar al presidente del Gobierno a que retire la reforma de la ley que rebaja la estancia carcelaria a presos que cumplieron otras condenas en Francia. Lo hizo ayer Feijóo sabiendo que el guion de los favores a los presos de ETA está escrito desde que Sánchez no ganó las elecciones el 23 de julio del 2023 y necesitó, entre tantos otros independentistas, comunistas y populistas, del apoyo de Otegi. De aquí a la eternidad. Unos añitos más le vendrían bien a Otegi. Salvo que las urnas coloquen a cada uno en su sitio.