Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Siempre vigilante, siempre al acecho, Pedro Sánchez se preocupa de nuestra estabilidad y por eso nos informa de que en España nos ‘caben’, o nos faltan, 60.000 millones más de impuestos, para igualar la presión fiscal europea. Me encantaría que, además del porcentaje que supone la recaudación sobre el PIB, El Gran Timonel calculara un día de estos cuál es el porcentaje entre lo que aportamos quienes aportamos y el PIB que generamos los que lo generamos, algo así como la cuña fiscal. Igual no le cabían tantos millones. Sin embargo, la pregunta más interesante no es cuántos miles de millones nos ‘caben’ o nos faltan en la España de hoy, sino qué es lo que piensa hacer con ellos. La respuesta no tiene duda, consiste en ‘ensanchar derechos’. Ya, ¿pero cuáles? Eso ya no está tan claro. También es una lástima que nunca nos cuente lo que va a hacer con las ineficacias del gasto público, ni con las duplicidades de competencias en la Administración. Tiene su lógica. ¿Para qué se va a ocupar de esas nimiedades, si no le importan lo más mínimo?

Pues hete aquí que ahora vienen los vecinos portugueses y nos muestran otra forma de ver las cosas. Allí, más que fastidiar a los contribuyentes que ya contribuyen tratan de mantener y si se puede agrandar el número de contribuyentes. En Portugal tienen un problema del que nosotros no somos ajenos. Una buena parte de su juventud se marcha del país al no encontrar trabajos interesantes, ni poder acceder a una vivienda por culpa de su alto precio. Por eso han decidido mimar las rentas de los menores de 35 años, ya sean nacionales o nuevos residentes. A la vez que preparan medidas como eliminar impuestos que gravan la compra de vivienda o avalar los créditos que son necesarios para comprarla. No es seguro que estas medidas sirvan, por sí solas, para crear empleo y mejorar los sueldos, pero es seguro que caminan en la dirección correcta.

Siempre hay un dilema entre las exigencias recaudatorias del presente y el fomento de las rentas del mañana que, poco después, se convertirán inexorablemente en más recaudación futura. En general, los gobiernos no destacan por su paciencia y sí por el cuidado de sus urgencias inmediatas. Por eso, el largo plazo de ellos se parece mucho al corto plazo de los demás. Como nuestro Gobierno vive al día, su largo plazo acaba mañana. Como mucho, pasado mañana.