Editorial-El Correo

  • Su ofensiva en el ‘caso Koldo’ debe ir acompañada de una oposición más propositiva y de una dirección del partido con mayor peso

El desgaste del Gobierno que reflejan las encuestas es fruto principalmente de decisiones polémicas que había prometido no adoptar y que al final ha aprobado para contentar a sus socios independentistas, como la amnistía o el concierto catalán, y de las investigaciones de los tribunales en casos como el de Begoña Gómez. No tanto de una exitosa labor de la oposición, que ha mostrado su incapacidad para marcar la agenda política. La querella contra el PSOE por presunta financiación ilegal, cohecho y tráfico de influencias anunciada ayer por el PP a raíz del demoledor informe de la Guardia Civil que implica de lleno al exministro José Luis Ábalos en el ‘escándalo Koldo’ pretende redoblar la presión sobre Pedro Sánchez, que llegó a La Moncloa como abanderado contra la corrupción y, según todos los indicios, la ha albergado en su propio Ejecutivo. Los populares, cuya trayectoria en ese ámbito dista de ser ejemplar, quizás aspiran también a resarcirse así de su bochornosa negligencia con la reforma legal que rebaja las condenas a presos de ETA y que ha reflejado con crudeza clamorosas carencias internas y en su dirección que vienen de atrás y siguen sin resolver.

Descartada una moción de censura al estar condenada al fracaso por falta de apoyos, falta por ver cómo afecta la nueva ofensiva del PP al viraje estratégico que había iniciado: la apuesta por ampliar el foco del debate a cuestiones sociales como la conciliación y la vivienda en una asunción implícita de que, se aprueben o no los Presupuestos, la legislatura tiene un amplio recorrido temporal por delante. Una alternativa sólida de Gobierno no puede asentarse solo en el ‘no’ y la crítica permanentes, sino en propuestas seductoras y viables sobre las verdaderas inquietudes de la ciudadanía. Esa línea propositiva, con la que el partido pretende crecer por el centro, es una necesidad y un acierto que no debería quedar sepultado bajo el ruido de las acusaciones de corrupción. Un asunto sobre el que arrastra un turbio pasado que le resta credibilidad por muy obligado que esté a intentar rentabilizar los problemas ajenos, incluidas las contradicciones y mentiras de cualificados dirigentes socialistas que ha puesto de manifiesto la UCO.

Junto a ese giro, los populares necesitan reforzar su dirección con perfiles de mayor peso político y a la altura de sus desafíos si aspiran a desalojar del poder a un rival tan correoso y dispuesto a utilizar las herramientas más insospechadas como Sánchez.