Luis Ventoso-El Debate
  • Pierdan su esperanza quienes crean que asistimos al final del personaje, aguantará, por una sencilla razón: todo le da igual, es perfectamente amoral

Los periodistas podemos hablar de cualquier cosa de manera aparentemente articulada. Pero eso sí, nunca más de tres minutos. No somos expertos infalibles. Nos falta un poco de profundidad y a veces nos columpiamos. Con todo, al saber que trabajas en la prensa mucha gente te interroga sobre el futuro. La pregunta más repetida es esta: «¿Caerá Sánchez?».

Ayer le trasladé esa cuestión a una persona que sabe más que yo, mi compañera Ana Martín, en mi modesta opinión la mejor cronista política española ahora mismo. Mi punto de vista es que Sánchez aguantará a cualquier precio. Pero ella no lo tenía tan claro: «Todavía queda mucho por conocerse y puede llevárselo por delante». Hmm… no soy tan optimista.

Lo que está pasando con Sánchez y el PSOE ante la catarata de escándalos puede entenderse planteando una caricatura histriónica, imposible, pero que resume bien lo que es el sanchismo. Imaginemos que pillan infraganti a Sánchez con una pistola humeante en la mano a la puerta de un banco. A sus pies hay unas sacas de billetes a sus pies y todo el atraco ha sido grabado por las cámaras de seguridad. Su culpabilidad resulta indiscutible. Pero el Gobierno replicaría que todo es un montaje de la «derecha y la ultraderecha». El fiscal general se negaría a investigar el caso. El coro de papagayos mediáticos del régimen saldría a defender a su líder contra toda evidencia. TVE daría la noticia del atraco como cuarto titular del día. Los comunistas y separatistas cerrarían filas con Sánchez y dirían que peor es el PP. Pumpido apañaría el problema desde el TC si al final la cosa se pone realmente chunga. Y millones de españoles dirían que todo les da igual, que les importa un bledo «con tal de que no gobierne la derecha».

Sánchez va a completar la legislatura porque todo le resbala, porque es perfectamente amoral y porque está dispuesto a vender lo que sea y a quien sea por un día más en el poder. Pierdan toda esperanza. No lo despegarán de su poltrona ni con agua hirviendo. El PSOE otorgará a Puigdemont entre tinieblas lo que haga falta para que acepte los presupuestos. Y si aun así el friki de Waterloo se planta, Sánchez tirará sin presupuestos, prorrogando los actuales a la espera de tiempos mejores.

Otro tanto sucede con la corrupción. La primera vez que escuché que su mujer podía ser imputada, me dije: «El día que eso ocurra, cae». Cándido de mí. No solo han imputado a su mujer, sino también a su hermano y al fiscal general, y aquí no pasa nada. El PSOE se defiende recordando la mugre pasada del PP. Los socialistas repiten a coro que Ábalos ya ha sido apartado y que «el que la hace la paga». Y listo, pelillos a la mar. Por su parte, los comunistas de Díaz apoyan la corrupción socialista: «Total respaldo». Los separatistas y Podemos hablan de «guerra sucia judicial». La vicepresidenta Montero lamenta la «política basura de la derecha». Y a correr. La izquierda gobernante tiene su red de televisiones y subvenciones para protegerse y el público gasta memoria de pez.

¿Le pasaron factura a Sánchez las flagrantes mentiras en sus promesas electorales? No. ¿Le pasó factura mentirnos en la pandemia, la doble condena del TC por encerrarnos inconstitucionalmente y el sumir a España en la mayor caída del PIB de la OCDE? No. ¿Le pasó factura llegar al poder coaligándose con un partido golpista, al que solo unos meses antes había combatido sumándose al 155? No. ¿Le pasó factura indultar a los golpistas como pago a la investidura de 2018? No. ¿Le pasa factura haber olvidado sus rotundas promesas de «con Bildu jamás» para convertirse en un repulsivo aliado del partido de ETA y en un valedor de sus asesinos? No. ¿Le pasó factura la amnistía que él mismo negaba tres días antes de las generales de 2023? No. ¿Le han pasado factura su cargante narcisismo, su arrogancia, sus desprecios al Rey, su propensión compulsiva a mentir? No.

Increíblemente, tampoco le han pasado factura los clamorosos casos de nepotismo con su mujer, su hermano y sus amigotes varios enchufados aquí y allá.

En resumen, cada pueblo tiene lo que se merece. Si hubiésemos estado en nuestro sitio, Sánchez habría dimitido ayer.