Pedro Chacón-El Correo
- Están los que salen en los medios a comentar las fechorías de este personaje buscándoles como sea una consecuencia positiva
Sanchismo no es lo que viene haciendo el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, desde 2018 para aferrarse al poder, por el procedimiento de darles a los nacionalistas y a la extrema izquierda todo lo que pidan, convirtiendo al Estado español en el más dadivoso del mundo con quienes quieren destruirlo desde dentro.
Sanchismo no es haber concedido una ley de amnistía para exculpar de por vida a quienes organizaron un golpe de Estado para convertir Cataluña en no se sabe qué. Ni haber llegado a un acuerdo con ERC para colocar de presidente de la Generalitat a Salvador Illa a cambio de un concierto «solidario» que detraiga del Estado más del 20% de sus ingresos.
Sanchismo no es que no sepamos por qué la mujer de Pedro Sánchez, sin título académico, podía dar dos masters universitarios o por qué el hermano consigue un contrato tan a su medida en la Diputación socialista de Badajoz o por qué a José Luis Ábalos le quitan de número dos y su jefe no sabía nada de lo que hacía.
Sanchismo no es la operación de ingeniería legislativa, gestada con secretismo, para conceder a EH Bildu la salida anticipada de los peores asesinos de la historia de ETA, con el argumento de equiparar la legislación penal española con la europea, cuando sabemos que en Francia las penas a etarras son más severas (Mikel Karrera Sarobe purga allí dos cadenas perpetuas) y nadie cuestiona que Francia sea una gran democracia europea; o cuando sabemos que Puigdemont lleva siete años en Bélgica, porque allí no cuentan sus delitos y nadie se plantea corregir el escandalazo de que, en el corazón de Europa, un prófugo de la justicia española ejerza como parlamentario europeo.
Sanchismo no es que el Fiscal General del Estado sea imputado por el Tribunal Supremo por primera vez en la historia, por un asunto tan delirante como el de evitar un bulo en unas filtraciones a la prensa sobre un fraude fiscal. Y todo porque el defraudador es el novio de Isabel Díaz Ayuso. Pero, ¿qué hace un presidente del Gobierno entreteniéndose en suponer que la presidenta de la Comunidad de Madrid consintió a su nueva pareja que la pringara por unos pocos cientos de miles de euros?
Sanchismo no es este patético historial de Pedro Sánchez solo por mantener su asiento en la Moncloa. Sanchismo es el pútrido destilado de todos los que salen en los medios a comentar las fechorías de este personaje buscándoles como sea, como a ese reloj averiado que da bien la hora dos veces al día, una consecuencia positiva. La mayoría de las veces, en medio de esa sarta de indignidades e improvisaciones, la encuentran, por muy colateral e insospechada que sea. Y, cuando no, les vale también cualquier pifia del otro lado, con la que poder compensar y afear así algo a la oposición. Esta es la perversión moral que llamamos sanchismo y que tanto nos envilece.