Miquel Giménez-Vozpópuli
No, no son “Las cuatro estaciones”. Es la estación fantasma, la imaginaria, la que surge del sueño enfebrecido de un autócrata
Me he tragado el primer capítulo por cuestión de obediencia debida y, eso sí, debidamente asistido por un equipo médico por si me daba un parraque. Les diré, el engendro no sorprende. Es todo lo esperable: una visión brutalmente alejada de la realidad. Si usted se atreve, no obstante, se titula “Cuatro estaciones” y puede encontrarla en lopaís para suscriptores. Recordemos que nadie ha querido comprarla. Pero como dicen que le van a dar una tele a los de este rotativo, favor con favor se paga. Si vamos al análisis de la primera entrega creo que el error parte ya del título. Debería llamarse “Disneysánchez” porque todo es amable, bucólico, limpio, bonito y dulce, tan dulce que desaconsejo a los diabéticos ver siquiera un minuto del invento.
Tiene la ventaja, para los amantes del thriller, el poder ver cadáveres políticos interactuando con Sánchez como si estuvieran vivos. “En ocasiones veo ministros muertos” podría decir Sánchez cuando aparece Adriana Lastra o Miquel Iceta. Por cierto, ahí se intuye el fin del político catalán cuando le dice a Sánchez, con una Yoli Díaz convenientemente pegadita al presi en un sofá, que debería aparentar que sufre, fruncir el ceño, una gotita de sudor, suelta jocosamente. A Sánchez no le hace ni puñetera gracia y Yoli Farmatin lo reconviene. “Ay, si está muy guapo”. ¡No sabe nada!
Si creen que va a ver el día a día de un presidente se equivocan, y si pretenden ver los entresijos del gobierno de una España convulsa por Puigdemont, Bildu, Podemos, los jueces, Begoña, Koldo, Aldama, mascarillas y demás fruslerías, menos
Si creen que va a ver el día a día de un presidente se equivocan, y si pretenden ver los entresijos del gobierno de una España convulsa por Puigdemont, Bildu, Podemos, los jueces, Begoña, Koldo, Aldama, mascarillas y demás fruslerías, menos. La única vez que se menciona a los podemíticos es cuando Pedro discute si debe ir a un mitin del 8 de marzo, habida cuenta que Ione Belarra acababa de declarar que el PSOE era un “partido de la guerra” en alusión al apoyo de Ucrania. Nada que no sea Sánchez es sustancial en esta colosal propaganda. Sánchez desayuna con Begoña y dice que no comerá nada porque cenó mucho; Sánchez saluda a un señor que riega el parque de Moncloa; Sánchez departe con este asesor o con aquel ministro; Sánchez hace esperar a Macron; Sánchez viaja a Bruselas para solucionar la cosa energética española mediante el Mecanismo Ibérico; Sánchez dice que su deseo siempre es y ha sido pisar la calle – hace falta tener pelendengues -; Sánchez, en fin, se enorgullece de las notas de su hija mayor, añadiendo que quiere ser psicología. Trabajo no te faltará, hija mía. Todo es Sánchez, Sánchez y más Sánchez.
La serie es ramplona y sectaria pero está bien hecha técnicamente. Bien filmada y mejor montada. Por si quiere ahorrársela le daré dos pistas: el Falcon no aparece hasta el minuto 33,17, casi al final, y los únicos periodistas que vemos aparecer son Àngels Barceló (SER), Carlos Franganillo (entonces presentador del informativo de la noche en TVE) y Ana Pastor (La Sexta). Un mundo ideal en el que Pedro ama a sus ayudantes y estos aman a Pedro, la vida política transcurre encauzada por el gran timonel, los problemas en España no existen, ni la oposición, ni la prensa que no le ríe las gracias y sigan ustedes sumando.
No, no son “Las cuatro estaciones”. Es la estación fantasma, la imaginaria, la que surge del sueño enfebrecido de un autócrata que cree que todo gira a su alrededor. Mucho mejor “Falcon Crest”, porque al menos Angela Channing, como villana, tenía una clase de la que Sánchez adolece.