Irene González-Vozpópuli
El problema de los servicios públicos no es sólo de pérdida de calidad, se está poniendo en peligro nuestra vida de forma literal
Este fin de semana, un tren de Renfe averiado estaba siendo remolcado hasta los talleres cuando, por causas aún sin esclarecer, el convoy se soltó. El tren vacío, con varios vagones, recorrió cuatro kilómetros cruzando Madrid desde Chamartín hasta el Jardín Botánico completamente descontrolado y sin maquinista a una velocidad superior a los 100 kilómetros por hora, debido a la pendiente cuesta abajo del recorrido. El terror que se desató en el centro de máquinas con el que pudo ocurrir de no haberse provocado el descarrilamiento del tren con un cambio de agujas. Esa mole de hierro iba embalada hacia Atocha, donde antes de llegar se hubiese estampado contra un tren lleno de pasajeros que estaba en las vías a la espera. La catástrofe hubiese sido incluso de mayores dimensiones a las de otro accidente ferroviario, como el de Santiago de Compostela, donde 80 personas perdieron la vida y hubo 144 heridos.
Una vez que se ha evitado la tragedia llega la hora de poner punto y final a la peligrosa deriva del Gobierno, que nos han embarcado en un viaje suicida sin retorno. El expolio a las arcas públicas de la cleptocracia en España ha llevado a que la prestación de servicios públicos se haya degradado a niveles por debajo de Burkina Faso. Este gravísimo incidente ferroviario no es algo excepcional o algo aislado. Las incidencias en trenes de cercanías y larga distancia son diarias sin que se haya hecho nada para solventarlas. Falta una enorme inversión en mantenimiento que ningún Gobierno ha querido cumplir porque con ese gasto no se sale en la foto. Sin rédito político ni patriotismo un político sólo puede actuar como un delincuente presumido irresponsable. La Alta Velocidad en España, el gran niño de oro del desarrollo de los 90, se asociaba a una Europa salvadora de Fondos Feder, sin que haya podido mantenerse dicha inversión en un país depauperado que ha sido expoliado por el régimen. Me refiero con este término al Estado de las Autonomías antinacional, sin separación de poderes, al servicio del PSOE y los enemigos de España internos y externos, con un bipartidismo Popular que no quiere cambiar nada, sino ser parte de la tajada.
La cosa no termina ahí. Asistimos a la implosión del Estado en todas sus facetas. En la Administración, lo que funciona se debe a la inercia de los funcionarios. Un país con un parque móvil de coches que podría pertenecer a la Letonia soviética. Unos transportes que necesitan una inversión que se destina a Marruecos o a la integración, a cualquier cosa menos a los españoles cuyo bolsillo es aspirado por Hacienda. Sin vivienda. Sin nada.
La Sanidad Pública, que ya presenta unas cifras de retrasos peligrosas para la salud, está abocada a su implosión desde enero cuando 2.500.000 de funcionarios y sus familias usuarios de Muface sean obligados, por recursos humanos, a acudir a centros de atención primaria y urgencias de la Seguridad Social. Sánchez lo considerará la tormenta perfecta para culpar a Ayuso y las CC.AA., como en la pandemia. A nadie parece importarle nada. El problema de los servicios públicos no es sólo de pérdida de calidad, se está poniendo en peligro nuestra vida de forma literal como se ha podido observar con el tren descarrilado.
Es necesario deshacernos de esta losa inútil, un Estado fallido que no presta servicios salvo a los pakistaníes que llegan ahora a Canarias y pone en peligro nuestra integridad
En España, el Estado ha secuestrado y asfixiado a la nación hasta hacerla desaparecer del espacio político que no popular. El fin de los Estados nación en Europa se produce por absorción de organismos supranacionales como la Unión Europea, pero en España el Estado antes borró la nación, la peor corrupción posible. Mi patria es la Sanidad Pública, los servicios público, decía el comunista de Pablo Iglesias en un perfecto resumen de qué implica identificar y reducir la nación, España, a una estructura estatal para que pueda ser sometida al control del partido de Gobierno y éste a su líder. Esto es el régimen en España. Y es necesario deshacernos de esta losa inútil, un Estado fallido que no presta servicios salvo a los pakistaníes que llegan ahora a Canarias y pone en peligro nuestra integridad. Ese tren bala sin control cuesta abajo y sin frenos es un perfecto símil del Estado actual, donde para salvar a España de su implosión es necesario hacerlo descarrilar antes de que haya una desgracia que lamentar.
Una forma de hacerlo es rechazar de forma frontal la política de catetos ineptos representada por Núñez Feijóo y Borja Sémper defendiendo el respeto institucional a Sánchez, el suelta etarras, porque Ayuso no acude a una cita absurda. Ellos mantienen la ficción de normalidad en un Estado cleptocrático quebrado a punto de implosionar con nosotros dentro. Hay que cambiar el sentido de las agujas de la vía antes de que haya una tragedia insalvable y Feijóo no lo va a hacer.
*En 2025 suben los impuestos, añaden uno extraordinario para pagar pensiones. Sánchez ha pedido un aumento de deuda de 15.000 millones. Nada de eso irá a trenes o a la sanidad de los trabajadores.