Editorial-El Correo

  • Puigdemont ha pasado en meses de ser poco menos que un lastre para los posconvergentes a convertirse en su gran esperanza

El congreso de Junts, celebrado el fin de semana en la localidad barcelonesa de Calella, ha entronizado a Carles Puigdemont como presidente del partido, también con el plácet dado por los compromisarios a la conformación de una ejecutiva a su medida, incluido el ascenso de personas de su entorno que ayer pasaron a ser dirigentes de la formación cuando no estaban afiliadas antes del cónclave. Después de años de especulaciones sobre la eventualidad de que los posconvergentes pudieran prescindir de su líder, de sus cuitas judiciales y de su absorbente personalidad, el expresidente de la Generalitat que vio cómo Salvador Illa y las opciones no secesionistas se hicieron con la mayoría de los escaños del Parlamento catalán ha pasado de ser poco menos que un lastre para su organización a convertirse en su gran esperanza.

A ello ha contribuido, sin duda, la tensa situación que vive ERC en vísperas de su congreso extraordinario, con niveles de enfrentamiento interno más propios de un grupo a punto de romperse en dos o más que de un proceso participativo al final del cual, y al margen de sus resultados, todos sus integrantes continúen empeñados en sacar adelante un proyecto común. Todo lo contrario. Junto a las inquinas personalizadas en ERC destaca el abandono general, lo que ha llevado a los de Junts a cerrar filas en torno al prófugo de la Justicia porque la inmensa mayoría de los herederos del pujolismo ven la oportunidad de recuperar no solo la hegemonía dentro del independentismo, sino de hacer frente a la imparable recuperación que los socialistas han experimentado en Cataluña, mientras Pedro Sánchez abogaba por su desinflamación.

Puigdemont se dirigió ayer a los reunidos en Calella prometiéndoles que a partir de ahora desempeñarán dos papeles, y en exclusiva: que, por un lado, se sentirán únicos vindicando la legitimidad emanada del 1-O para optar, en su caso, por una vía unilateral hacia la independencia y que, por el otro, podrán representar en su totalidad a la Cataluña que no ha sucumbido al «españolismo» también en el Congreso de los Diputados, ya que ERC no está en condiciones ni siquiera de atenderse a sí misma. El anuncio de que, bajo su presidencia, Junts pasará «de la resistencia a la ofensiva» delata la imprevisibilidad en la que deberán seguir tanto el Gobierno de Sánchez como el de Illa en Cataluña.