Francisco Rosell-Vozpópuli

  • Tanta podredumbre institucionalizada era inverosímil de sustentar sin la anuencia de quien hoy ya aparece identificado como el ‘número 1’ de la trama

Nunca fue el “caso Koldo” ni tampoco el “caso Ábalos”, aunque sean piezas claves de una corrupción enristrada a la sombra de los ministerios. Ni siquiera el “caso Begoña Gómez”, con sus negocios particulares desde el Palacio de la Moncloa y con el Boletín Oficial del Estado a su disposición para dispensar bicocas o rescatar sociedades a amigos y patrocinadores, así como para agenciarse una cátedra universitaria sin titulación habilitante para ello, pero sí para citar al rector de la Universidad Complutense para que satisficiera su capricho por ser quien es. Porque, como sentenció el mítico torero cordobés Rafael Guerra “Guerrita”, “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. Por eso, como se viene sosteniendo aquí desde primera hora, tanta podredumbre institucionalizada era inverosímil de sustentar sin la anuencia y avenencia de quien hoy ya aparece identificado como el ‘número 1’ por los cabecillas de esta red criminal gubernamental que indaga la Guardia Civil y cuyo instructor, Ismael Moreno, ha remitido una exposición razonada al Tribunal Supremo para el eventual encausamiento del exministro Ábalos al ser aforado como diputado y en cuyo auto se señala al Ufano de La Moncloa.

Sin embargo, la publicación por El Mundo de una instantánea en la que un sonriente Sánchez posa con el comisionista Víctor de Aldama, el nexo conductor de la trama, como si fuera “uno de los nuestros”, no sólo plasma una evidencia que ya era palmaria, sino es la “fotografía humeante” de la responsabilidad del jefe del Ejecutivo como acaeció con Nixon al hallarse “la pistola humeante”, esto es, la prueba del delito que le vinculaba con el asalto al cuartel electoral del Partido Demócrata. En el “caso Watergate, tras las revelaciones de “The Washington Post” primordialmente, la “pistola humeante” fue la grabación de la conversación entre Nixon y su jefe de Gabinete en el Despacho Oval en la que le ordenaba que consiguiera por cualquier medio que el FBI dejara de escudriñar el allanamiento de las oficinas del Comité Nacional Demócrata para espiar sus teléfonos.

Al cabo de medio siglo de la cinta que finiquitó la carrera política de aquel veterano jugador de póker que se ganó el apodo de «Tricky Dick” (“el tramposo Dick”) por sus fullerías, ésta ha tomado en el “caso Sánchez” la forma de daguerrotipo en la que el presidente del Gobierno, tras callar como un mudo al ser interpelado al respecto por el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, o por la Prensa, asoma retratado de cuerpo entero en comandita con quien hoy está en prisión por escamotear a Hacienda 182 millones en otra red de fraude de hidrocarburos con licencia cazada con sus conexiones con el PSOE.

Koldo García, exasesor de Ábalos, contacto directo de Víctor de Aldama en la tramoya delictiva, fue el autor de la imagen acreditando que éste último no era ningún espontáneo, sino persona de la confianza del aizcolari que custodió las firmas de Sánchez para ser secretario general del PSOE

En la instantánea, realizada en febrero de 2019 en la presentación del entonces candidato a la Alcaldía de Madrid, el baloncestista Pepu Hernández, Sánchez emerge con quien luego coincidiría en diciembre de ese año, acompañado de Begoña Gómez, en la celebración del sexagésimo cumpleaños de su mano derecha en el Gobierno y en el partido, José Luis Ábalos, en un restaurante de Aldama. Al día siguiente de ese mitin, donde Aldama tuvo asiento preferente dos filas por detrás de Sánchez, este invitado tan especial acompañó a Ábalos en viaje oficial a la ciudad mexicana de Oaxaca, de la que el conseguidor y paganini de los gastos personales del ministro era cónsul honorario. Koldo García, exasesor de Ábalos, contacto directo de Víctor de Aldama en la tramoya delictiva, fue el autor de la imagen acreditando que éste último no era ningún espontáneo, sino persona de la confianza del aizcolari que custodió las firmas de Sánchez para ser secretario general del PSOE. Además de ser bien conocido en el núcleo duro de Sánchez, Aldama llegó a compartir con la pareja del presidente viajes subvencionados por la Organización Mundial del Turismo.

Esa vitola agraciaba a Aldama para pasearse por las estancias oficiales y por la sede del PSOE como Pedro (Sánchez), al que debía querer un huevo, por su casa y vado libre con su pase especial y su tarjeta de aparcamiento para su Porsche. Asimismo, gozaba del privilegio de beneficiarse de los chivatazos del director general de la Guardia Civil, Leonardo Marcos, hoy quitado de en medio en la Embajada de Washington, y de un comandante de la Benemérita a sueldo que le suministraba también teléfonos seguros.

Esta “foto humeante” viene precedida de la divulgación de la “carta humeante” por la que la “consuerte” de Sánchez recomendaba a los ministerios al empresario Carlos Barrabés a fin de que obtuviera adjudicaciones en condiciones de privilegio frente a competidores que no gozaban del comodín de esa “declaración de interés” incardinada a la mesa de contratación cuyos miembros no necesitaban más. No en vano, Barrabés le había montado su Máster en Transformación Social Competitiva en la Universidad Complutense y en 2019 le puso en contacto con Javier Hidalgo, consejero delegado de Globalia y uno de los máximos accionistas de Air Europa. A diferencia de lo dicho cierta vez por Sánchez, a propósito de los etarras incluidos en las listas de EH Bildu antes de que los excarcelara en pago por su investidura, de que “hay cosas que pueden ser legales, pero no decentes”, estas conductas ni son decentes ni pueden ser legales, aunque las dicte un presidente legal, pero deslegitimado por sus indecencias.

Si ninguna otra democracia consentiría que su primer ministro se mantuviera un minuto más al mando, aquí “No verdad, Sánchez” está dispuesto a aferrarse al cargo, de modo que sólo saldrá de La Moncloa si es requerido por la Guardia Civil en cumplimiento de un mandato judicial

Empero, presto a tomar pasaje a la India con Begoña Gómez para huir de la quema, como su vicepresidenta Yolanda Diaz tras las acusaciones de agresión sexual contra quien hizo portavoz parlamentario de Sumar, Iñigo Errejón, siendo sabedora de los abusos, como antaño tapó en Galicia a un estrecho colaborador por pornografía infantil, Sánchez no obrará en consecuencia con lo que es obligado en cualquier democracia. Algo intrínseco, no obstante, en quien debió ser expulsado del PSOE cuando se supo que promovió un pucherazo para evitar ser removido de la secretaría general y que luego, para ser presidente, compró el cargo a cambio de indultar solapadamente a terroristas de ETA y, abiertamente, al golpismo separatista catalán al que, de segundas, le reportó la amnistía para granjearse al prófugo Puigdemont. A resultas de ello, ¡qué pertinente revierte una centuria después el dibujo del perfecto bandolero político que trazó el conde de Torre-Vélez. “Tenemos -anotaba- por tradición, proclamado, además, y esto es lo peor, practicado, un solo principio de Gobierno, a saber: el gobernante tiene derecho a hacer cuanto le plazca. Ante el capricho, la vanidad o la soberbia del arbitrio ministerial no hay barreras. No tiene freno ni límite para barrenarlas y ultrajar los derechos y proclamar la anarquía gubernamental”.

Farsa, estafa, burla

Si ninguna otra democracia consentiría que su primer ministro se mantuviera un minuto más al mando, aquí “No verdad, Sánchez” está dispuesto a aferrarse al cargo, de modo que sólo saldrá de La Moncloa si es requerido por la Guardia Civil en cumplimiento de un mandato judicial. Ninguna sorpresa en quien llegó al poder mediante la manipulación de un fallo judicial y con la bandera de conveniencia de la regeneración para acabar siendo el ‘jefe 1’ de una caterva a la que, al inicio, se le dio la denominación de origen de “caso Koldo” y hoy es el “caso Sánchez”. No es para menos cuando aglutina a todos aquellos que estuvieron en el origen de su conquista del PSOE y luego del Gobierno merced a enemigos declarados de la democracia y de la nación española que vieron que un perfecto sinvergüenza podría facilitarle la tarea como nunca antes en la Historia. Puede llamársele farsa, estafa, burla o, como Woody Allen en Bananas, “es una farsa de una burla de una estafa de una farsa de dos burlas de una estafa’.

En su sátira cinematográfica, Allen escarnece a gobernantes que se permiten dirigir vidas y haciendas con total desparpajo como para producir todo tipo de iniquidades excepto a su cohorte de cortesanos siempre que se mantengan dúctiles al “Puto amo”, que diría uno de ellos como el ministro Óscar Puente siempre confundiéndose de vía como los trenes que mal gestiona. Así, en la república bananera de San Marcos, donde Allen fija su relato de “Bananas”, el autócrata se hace con el poder no para liberar a sus ciudadanos, sino para sojuzgarlos aún con mayor vehemencia que el depuesto arengando desde el balcón a una multitud hispanoparlante a la que le comunica una de las tantas decisiones absurdas: “A partir de mañana el idioma oficial será el sueco.” Trasluce a las mil maravillas la estulticia de megalómanos incrustados en el poder y es epítome de esta España sanchista en la que, como apunta Allen en Sin plumas, “nuestros hombres políticos son incompetentes o son corruptos. Y a veces las dos cosas en el mismo día.” Ello le hace colegir que, al igual que los pañales, los gobernantes “deben cambiarse por idénticas razones”.

… Y pensar que Sánchez retiró al embajador en Argentina por aludir Milei a la corrupción de Begoña Gómez consciente el inquilino de La Moncloa en que la corrupción no era sólo la de la mujer del César, sino la del César. De ahí que, tratando de ocultar la situación embarazosa de su cónyuge, pegara la espantada de adolescente enfurruñado tras imputar el juez Peinado a la consorte del 1 de una banda que ya existía desde antes de llegar al poder. En este brete, sonó oportuno que doña Leonor hiciera suya este viernes la reflexión del filósofo e historiador canadiense Michael Ignatieff, uno de los intelectuales liberales más prestigiosos del mundo y flamante ganador del Premio Princesa de Asturias, de que “hay quienes utilizan la democracia para destruirla”.  Más en esta hora crítica en la que “la nave de los locos” del Consejo de Ministros va a la deriva con su variopinta tripulación enfangada hasta el tuétano y enajenada de un interés general que nunca tuvieron al haberse corrompido hasta en su sentido de la realidad.