Editorial-El Español

En su primer pronunciamiento en sede oficial sobre el caso Errejón, después de una semana sin asumir el protagonismo de la gestión de la crisis, Yolanda Díaz se ha limitado a presumir de la «contundencia y prontitud» con la que cesó «fulminantemente» al exportavoz de Sumar.

En la misma línea que el resto de cargos de su formación, la vicepresidenta considera que basta con pedir disculpas por haber alojado entre sus filas a un presunto agresor sexual, y con comprometerse a «mejorar los mecanismos de detección, prevención y acompañamiento».

Conviene recordar en este punto que Íñigo Errejón es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Hoy por hoy, al margen de un puñado de testimonios anónimos en redes sociales, las acusaciones de violencia machista sólo se han sustanciado en una denuncia explícita, cuyos hechos corresponderá a un juez determinar si son constitutivos de delito.

Pero es igualmente cierto que Errejón confesó en su despedida el pasado jueves que ha dejado un rastro conductas misóginas que merecen reproche moral. Sumado a que estas conductas suponen una flagrante doblez con respecto a su ideario y su activismo político, el alud de recriminaciones públicas está justificado.

Y si bien no es lícito hacerle objeto de ningún linchamiento, es innegable que lo que para otras formaciones podría constituir una mera falta de ejemplaridad, según los estándares ideológicos de Sumar reviste una gravedad mucho mayor.

Por eso no se entiende que, en coherencia, el partido se resista a depurar responsabilidades. Al contrario, Yolanda Díaz se las ha quitado de encima y las ha delegado en Más Madrid, alegando que es a este partido al que correspondía asumir la investigación.

Pero a su vez, Mónica García ha negado tajantemente este lunes que Más Madrid conociera las «acusaciones de maltrato y violencia sexual» contra Errejón, al tiempo que lamentan haber «minimizado» la acusación pública de Castellón en redes sociales en 2023. Un «error» que creen poder saldar expulsando al mensajero, Loreto Arenillas.

El problema es que la exjefa de gabinete de Errejón se ha rebelado contra esta versión, negando haber encubierto la acusación y asegurando que la puso en conocimiento de Más Madrid, pero que la dirigencia no la consideró «relevante».

A la postre, la única versión que resulta creíble es la que ha dado (en un descuido) Tania Sánchez: «No le quisimos dar importancia, no lo quisimos creer. Nos valía la pena porque era un gran valor político». Más Madrid, Sumar y Podemos retardaron la detonación hasta que no se pudo hacer nada para evitar que estallase.

Pero incluso concediendo que Yolanda Díaz y Mónica García sólo hayan tenido noticias fehacientes de la conducta sexista de Errejón la semana pasada, tampoco estarían exentas de responsabilidad. Porque Díaz ha aclarado que tenía constancia de que Errejón asistía a terapia, y García ha admitido estar al tanto de que Errejón «tenía problemas personales de otra índole».

¿Era alguien con un comportamiento sexual problemático, agravado por otras adicciones notorias, la persona idónea para ocupar un cargo público? ¿Por qué Yolanda Díaz no sólo no apartó sino que promocionó a portavoz a un hombre a quien sabía emocionalmente inestable, y sobre el que pesaba una turbia rumorología de vejaciones a mujeres?

La vicepresidenta se considera exenta de responsabilidad porque desde Más Madrid le comunicaron que habían «cerrado el proceso» de 2023, después de que la presunta víctima borrara los tuits en los que acusaba a Errejón de tocamientos indeseados.

Pero, según la versión de Díaz, la investigación que concluyó con la expulsión de Errejón se abrió el pasado martes por una circunstancia análoga: un testimonio anónimo de una presunta víctima en redes sociales.

¿Por qué unos hechos análogos a los que han movido a Díaz a una actuación tan inmediata ahora no la motivaron en 2023? La única diferencia por la que esta vez sí le han otorgado importancia a los tuits de las presunta víctimas es que no se han retirado de la red. E incluso cabe decir que los hechos denunciados por aquella mujer eran más nítidamente constitutivos de una supuesta agresión sexual que los que ha denunciado Elisa Mouliaá.

Lo único cierto es que Sumar y Más Madrid están sobrerreaccionando con un juicio sumarísimo a Errejón para tapar la negligencia y la permisividad que cobijaron durante años. Pero, a fin de cuentas, la única medida tangible que se ha tomado es un curso obligatorio de feminismo para los excompañeros de Errejón.